​En ruta por la Patagonia, capitulo X y final

Punta Arenas, la otra punta del trayecto

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     Enfilamos ya última etapa de nuestro viaje iniciado en Buenos Aires, que aunque no es propiamente la Patagonia, a algún lugar habría que llegar desde Europa. Desde allí, zigzagueando pero siempre en dirección sur, vimos las ballenas, los lobos marinos y los pingüinos en Península Valdés, cruzamos los Andes por Bariloche hacia Puerto Montt, descubrimos la fantástica región de Aysén antes de volver a Argentina para ver El Chalten con su impresionante Fitz Roy y El Calafate, campamento base para darse un atracón de glaciares con el Perito, el Upsala y el Spegazzini y coronar el viaje en las Torres del Paine. Ahora solo queda llegar a la punta más punta del sur, a Punta Arenas.


Paseo Maru00edtimo (PR)

Paseo Marítimo de Punta Arenas, (foto: Pilar Rudilla)


     Se trata de la gran metrópoli del sur, en el estrecho de Magallanes. Por allí pasó el marino español nacido en Portugal que nos ha suscitado este viaje, antes de separarse progresivamente de la costa chilena y alcanzar Filipinas donde el destino le alcanzó a él.


      Realmente Magallanes no estuvo en Punta Arenas, sencillamente porque no existía. La ciudad fue fundada en 1848 para asegurar la soberanía chilena sobre el estrecho de Magallanes y pronto se convirtió en un reducto penal, lo que parece una tendencia, pues los argentinos también situaron en Ushuaia, la localidad más meridional de su territorio, como presidio.


La ciudad desde el Cerro de la Cruz (EM)

Panorámica de Punta Arenas, desde el Cerro de la Cruz (foto: Eugenia Malea )


      Hasta la inauguración del canal de Panamá en 1914 la única vía marítima de comunicación entre los océanos Atlántico y Pacifico pasaba obligatoriamente por el estrecho de Magallanes. Y esta circunstancia fue determinante para convertir a Punta Arenas en un gran centro comercial en el extremo sur del continente americano.


Monumento a Magallanaes (EM) (1)

Monumento a Magallanes, en la Plaza de Armas de Punta Arenas (foto: Eugenia Malea )


       Por ello no sorprende encontrarnos con una ciudad moderna, próspera y cosmopolita que se proyecta como puerta de entrada mundial al Continente Antártico. No menos de quince países ocupan la ciudad como puerto base para sus expediciones al Polo Sur y por lo menos el doble utilizan sus servicios antárticos, lo que la convierte en un punto estratégico, tanto en lo geopolítico como en lo histórico, turístico y económico. Su puerto tiene un gran tráfico pues es el punto de partida de todas las expediciones que se realizan hacia la Antártida ya sean de tipo científico o meramente turístico.


Monumento a los tripulantes (PR)

Monumento a los tripulantes de la Goleta Ancud en Punta Arenas (foto: Pilar Rudilla)



      Sus calles, avenidas y edificios tienen un marcado carácter abierto que obligan a detenerse para pensar en dónde realmente nos encontramos. Otra de las curiosidades que llaman la atención en Punta Arenas es que está situada al este de la cordillera andina lo que hace que los amaneceres se produzcan por el mar y la puesta del sol tras la cordillera, al contrario que todas las demás ciudades chilenas a excepción de Coyhaique por donde también habíamos pasado al visitar la región de Aysén.


Puerto de Punta Arenas (PR)

Puerto de Punta Arenas (foto: Pilar Rudilla)



      Un nombre propio se asocia a la ciudad de Punta Arenas: Sara Braun. En la Plaza de Armas, oficialmente Plaza Muñoz Gamero, esquina a la calle Bories se levanta un majestuoso palacio hoy convertido en hotel, clásico y señorial, que lleva el nombre de Hotel José Nogueira, pero José Nogueira no lo habitó nunca ni siquiera lo vio construido. Comencemos la historia por el principio.


Palacio Sara Braun (EM)

Palacio Sara Braun, en la Plaza de Armas de Punta Arenas, (foto: Eugenia Malea )


      Sara Braun fue una mujer letona de origen judeo-ruso que llegó con sus padres a Punta Arenas en 1874, cuando tenía doce años, huyendo posiblemente del antisemitismo en la región de Curlandia en la que vivían. Allí disfrutaron de los beneficios que las autoridades chilenas tenían dispuestos para los inmigrantes que llegaban para poblar esta ciudad. Aunque su padre era de oficio hojalatero logró hacerse hueco en la sociedad que apuntaló al colaborar con el empresario de origen portugués José Nogueira, el cual había labrado una gran fortuna gracias a las actividades navieras, la caza de lobos marinos y la ganadería ovina.


      Cuando en 1887 Sara contrajo matrimonio con el socio de su padre comenzó a disfrutar de una de las posiciones más privilegiadas en la ciudad. La sociedad Nogueira-Braun prosperó notablemente con nuevas empresas y cuando en 1893 Nogueira falleció de tuberculosis, Sara pasó a administrar su gran fortuna, convirtiéndose en la primera mujer empresaria en la zona del estrecho de Magallanes. Manejó los asuntos de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego con notable éxito y destinó parte de sus ganancias en hacerse un palacio. Escogió al arquitecto francés Numa Mayer para diseñarlo siguiendo los cánones del gusto imperante en el París de fines del siglo XIX y vivió en él hasta 1930 cuando se trasladó a Viña del Mar buscando un clima más benigno para su salud. A lo largo del tiempo, el Palacio Sara Braun se reconoce como la construcción más característica de Punta Arenas, siendo declarado monumento nacional. En 1992 se convirtió en el Hotel José Nogueira.


     Pero no es oro todo lo que reluce y Sara Braun tiene sus luces y sus sombras. Su capacidad negociadora, y no sobrada de escrúpulos, la llevó a lidiar contra el pueblo selknam, etnia amerindia que había vivido en la isla grande de Tierra del Fuego durante miles de años, hasta fines del siglo XIX, en que las grandes compañías ganaderas, de las que Sara era una de las mayores accionistas, favorecidas por los estados de Argentina y Chile a partir de criterios racistas propiciaron su exterminio.


Cementerio Sara Braun (PR)

Cementerio Sara Braun (foto: Pilar Rudilla)


     Se dice que las empresas pagaban a sus empleados, ovejeros y cazadores, por los asesinatos y capturas de los selknam que habían osado enfrentarse a quienes querían quitarles su forma de vida. Luego –tampoco está claro si fue por remordimientos o simplemente lavado de imagen– comenzó a suministrar viviendas a sus trabajadores que podían incluso vivir con sus familias, proporcionaba alimentos y asignaciones de madera para garantizar la salud de la mano de obra y la calefacción de sus hogares. Se involucró en la ayuda de distintas entidades filantrópicas y su apoyo le valió el recuerdo de los habitantes de la ciudad, lugar en el que varias instituciones educacionales o de beneficencia llevan su nombre, lo mismo que el cementerio donde se levanta el panteón familiar.


      El viaje se acaba, hemos llegado por una carretera que dice “Ruta del Fin del Mundo” ¿será verdad?... por si acaso, volvamos a casa.


Ruta del Fin del Mundo

Ruta del Fin del Mundo


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Texto: Susana Ávila

Fotografías: Eugenia Malea y Pilar Rudilla







Catedral de Punta Arenas (EM)
Catedral de Punta Arenas (EM)

Mirador Cerro de la Cruz (EM)
Mirador Cerro de la Cruz (EM)

Los Cuernos del Paine (PR)
Los Cuernos del Paine (PR)

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