entre los pueblos más bonitos de Europa

Conques, la perla de Aveyron en Francia

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  • Conques, un pueblo de cuento de hadas. Pasear por sus calles es como entrar a formar parte de un cuento de hadas, un viaje al pasado. Sus calles adoquinadas, sus muros cubiertos de vegetación, un ambiente que huele a historia nos embriaga hasta tal punto que nos hace olvidar que estamos en el siglo XXI.


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       Elegido pueblo más bonito de Francia, patrimonio de la UNESCO en 1998, forma parte del Camino de Santiago, hace de este pueblo el más conocido de la región, y posiblemente de toda Francia.


     Si queremos experimentar la sensación de estar en la Edad Media recorriendo el Camino de Santiago,  Conques es el lugar de referencia 


      La mejor forma de descubrir Conques es subiendo a un mirador que se identifica por un cruceiro, y desde donde se pueden contemplar unas preciosas vistas panorámicas.


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"Cruceiro", del Mirador 


     Para llegar al mirador, según se entra del sur por la carretera D901 que bordea el río, previamente a enfilar la carretera que hacia la derecha conduce al pueblo, debemos tomar la que unos 500 metros antes sube hasta el mirador que alberga la cruz, y nos acerca hasta la capilla de Saint-Roch del S,XVI, desde donde hay unas excelentes vistas. 


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Capilla de Saint Roch s.XVI


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Panorámica de Conques desde la Capilla de Saint Roch


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    Este pequeño pueblo medieval de apenas 300 habitantes, que aún conserva el encanto de sus empinadas calles y de algunas espléndidas casas antiguas, con entramados de madera y paredes parduzcas, coronadas con tejados de pizarra tintados de un verde como atrapadas en la ladera de una montaña.


      Humeantes chimeneas se funden con la humedad de las últimas lluvias esparciendo un aroma delicioso que incita a pensar en un hogar imaginario. El empedrado, aún mojado, permite caminar con seguridad dragando el agua perfectamente, labor que han venido realizando durante siglos.


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Conques calle empedrada de la Peyrade


     En el Aveyron, dentro de ese recodo de Midi-Pyrénées donde nos acompañan esas historias de valerosos caballeros y devotos peregrinos que se detuvieron aquí para hacer una parada en el Camino de Santiago,  permite afirmar sin exageración que uno esta en el pueblo más bonito de Francia, título que ostenta con orgullo desde 1982. 


    Semejante afirmación podría calificarse como exagerada y caprichosa, pero sí Conques es un lugar que ver en todo viaje al sur de Francia que se precie donde el objetivo principal sea disfrutar de un pueblo de cuento que nos lleve directamente a la Edad Media. Hay muchos, es cierto, pero este ocupa un lugar de honor.



  • Conques, parada con encanto e historia en el Camino de Santiago francés 



     El porqué de Conques como pueblo de gran importancia en la Edad Media tiene que ver con una reliquia capaz de atraer a los feligreses de una cristiandad europea aferrada a las huellas de un santoral que no dejaba de crecer.


    El robo de los restos óseos de la jovencísima Santa Fe (Sainte-Foy), martirizada con la hoguera y la decapitación con apenas 13 años de edad en Agen (Aquitania) en el año 303 d.C por defender ante a los romanos sus creencias cristianas, supuso un antes y un después en Conques. Un monje llamado Ariviscus se apropió de la santa reliquia para beneficio de la abadía de Conques. Hoy día se vería como una auténtica acción de marketing para atraer creyentes a una causa. Y es que desde entonces Conques no dejó de recibir peregrinos deseosos de rezar ante los restos de la santa para proseguir su largo camino a Santiago de Compostela. Semejante reclamo permitió que creciera este emplazamiento situado a nueve días a pie desde Le Puy como parte esencial de la famosa Via Podensis.


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    Poco parece haber cambiado el decorado de Conques desde la Edad Media. El tiempo se ha evaporado hasta del diccionario y los peregrinos siguen llegando a este pueblo del Aveyron, aunque mezclados con turistas y curiosos que quieren ver con sus propios ojos si lo que cuentan de este lugar es real.


     Afortunadamente la temporada baja es más larga que la alta, lo que permite al viajero más indisciplinado con el calendario disfrutar prácticamente a solas de esta joya inscrita dentro de la prestigiosa lista de Les plus beaux villages de France (Los pueblos más bellos de Francia). 


    Está prohibido acceder a Conques con vehículo así que ya se las han ingeniado para preparar los bordes de la carretera y algunos parkings para la ocasión, debo decir que en este sentido esperábamos algo mas de organización, pues al fin y al cabo estamos en un pueblo francés de mucho arraigo y no en una romería, pues bien dejar el coche todo el día cuesta 4€ que si lo vas a mirar no es caro pero eso de tener que aparcar en el margen de la carretera, por muy sufrido que sea el viajero parece manifiestamente mejorable.


     Es una delicia saludable caminar por las calles empedradas y contemplar la huella del tiempo acumulado en paredes ventanas y objetos, enseguida vamos descubrir la imponente y famosa Abadía de Sainte-Foy entre las casitas de piedra y pizarra, la entrada a la misma es gratuita.



  • La Abadía de Santa Fe



      Quién iba a decir que el tráfico de reliquias, da igual si verdaderas o falsas (se cuenta que si se juntaran todos los restos de la cruz de Cristo expuestos en iglesias y catedrales se podría construir un puente como el de Londres), pudiera reportar tanta riqueza a un lugar. A Conques tener a Santa Fe le otorgó algo más precioso que el dinero, le regaló la inmortalidad, recibir la admiración medida en suspiros y no pocos latidos robados que se escuchan cada día en el suelo empedrado.


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Fotos de la fachada de la Abadía de Santa Fe y de su interior 


     Las casonas, con las venas de madera a la vista en las fachadas, han sido testigos del paso de cientos de miles de personas, puede que millones, a lo largo de los siglos. Hoy se vertebran a ambos lados de la Rue Henri Paraye y de las cuestas que parten de la rue du Chanoine Andre Benazech donde se encuentra la Oficina de turismo.


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Rue du Chanoine André Benazech, en Conques 


     Entre el castillo de la familia Humières, habitado en la actualidad, y el cementerio asomado al desfiladero desde el que se puede escuchar la corriente de río Dourdou, que pasa por Conques, y está salvado por un singular Puente Romano que conduce hasta la imponente Abbatiale de Sainte-Foy de Conques La iglesia abacial de Sainte-Foy de Conques es una iglesia abacial del departamento del Aveyron.


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Castillo de la familia Humières, con pasadizo sobre la calle

 

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Puente Romano sobre el Río Dourdou


    Está considerada como una pieza maestra de la arquitectura románica del sur de Francia, siendo especialmente célebre por su tímpano y por su Tesoro, que incluye obras de arte únicas datadas en el período carolingio. El interior se presenta decorado con vitrales de Pierre Soulages. Esta abadía se construyó entre los años 1041 y 1052 por el Abad Odolric aunque su fundación data del siglo XI, durante el reinado de Carlomagno. Ha sido modificado en diversas ocasiones y desde el año 1998 es Patrimonio de la Humanidad.


     Alberga los restos de la santa martirizada en plena pubertad por los romanos poco tiempo antes de que el Emperador Constantino abrazara la religión cristiana. Considerada una de las iglesias abaciales más grandes del románico, conviene apreciarse rodeándola por completo antes incluso de entrar. Si el día es soleado pueden verse en acción las vidrieras modernas de Pierre Soulages que imprimen distintos colores en función de la luz que sea capaz de reflejar el Sol.


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Vitrales del interior de la Abadía obra de Pierre Soulage


    Otro icono único de la Abadía de Conques es su precioso Pórtico del Juicio Final, el cual se piensa fue labrado por un escultor que trabajó en el famoso Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago, data del s.XII, está considerada como «una de las obras fundamentales de la escultura románica por sus cualidades artísticas, por su originalidad y por sus dimensiones ».


     Inspirado en el Evangelio de San Mateo, el tímpano policromado del siglo XII posee nada menos que 124 personajes que narran el Juicio Final y son capaces de trasladarnos del cielo azul al infierno rojo bajo la mirada de un Cristo desproporcionado que levanta su mano. En los adentros del averno se advierte al visitante con una inscripción en latín que dice O PECCATORES TRANSMUTETIS NISI MORES JUDICIUM DURUM VOBIS SCITOTE FUTURUM”, que viene a significar “Pecadores, si no reformáis vuestras costumbres, sabed que padeceréis un juicio temible”. El Demonio, cuyo rostro grabado en piedra ha sido reproducido hasta la saciedad en libros de arte, parece ser consciente de que aquel tímpano era un apartado más en la Biblia de los iletrados durante la Edad Media. Los mismos que eran capaces de comprender los mensajes con tan sólo leer las esculturas. La fe y el miedo van de la mano en uno de los mejores pórticos románicos del sur de Francia. 


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Capitel de la Iglesia Abbatiale Sainte-Foy (foto general y detalle)


    El interior de la iglesia abacial no es menos impresionante. Y no por ser recargada, adjetivo que no cumple bajo ningún concepto. Sino por sus dimensiones, la sobriedad de sus líneas y una altura que supera los veinte metros en la cúspide.


     Al igual que la muchas iglesias levantadas a lo largo del Camino de Santiago, dispone de una ancha nave central con corredores a los lados que liberaban espacio para acoger los peregrinos que acudían a orar ante la reliquia de Santa Fe, el centro del tesoro de Conques. Merece la pena subir a las tribunas laterales y recorrer la iglesia desde una visión de altura, indispensable para acercarse a varios capiteles policromados y perseguir las historias narradas en la piedra con figuras grotescas tan propias del románico. Esta visita sólo se puede hacer de forma guiada contratándola en la Oficina de Turismo, el precio, bien merece la pena.


       En el altar principal, que se puede rodear por el deambulatorio, se guardó durante siglos el tesoro. Se trataba de las reliquias de Sainte Foy y de otros santos cristianos que fueron aumentando la atracción por Conques. Incluso de los regalos de Carlomagno, con una enorme “A” con la que obsequió a esta iglesia abacial que tanto admiraba. Todos estos restos y objetos se protegían con un enrejado que aún sigue a la vista el cual fue fabricado con las cadenas que sirvieron para apresar y encarcelar a los infieles musulmanes capturados durante las Cruzadas y donde Francia jugó un papel muy destacable. Pero dentro del altar apenas queda nada, ya que todo se ha guardado a mejor recaudo, y más desde la Revolución francesa en que los habitantes del pueblo salvaron como pudieron (arriesgándose a esconder los tesoros en sus casas, huertos y cuadras) una de las mayores colecciones de orfebrería y reliquias de la época.


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  • El tesoro de Conques



Hoy día para ver las reliquias de Sainte Foy, así como de otros santos y objetos de oro de un valor incalculable, hay que salir de la iglesia abacial y entrar desde los restos de un claustro semidestruido al museo que protege Le Trésor de Conques, el mismo que los habitantes del pueblo ocultaron en sus viviendas y jardines tras la Revolución francesa en que los soldados mandaban a fundir el oro de cualquier objeto eclesiástico que se encontraran.


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Relicario hexagonal y relicario entagonal expuestos en la sala del Trésor


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     Allí tras una cámara acorazada surge un corredor flanqueado por vitrinas llenas de objetos finamente tallados con oro, plata y piedras preciosas durante los tiempos de Carlomagno y Pipino II de Aquitania. Pero es al final del mismo donde se halla la reliquia con mayúsculas que venían a adorar los peregrinos en su largo viaje a Santiago, la gran estatua de oro de Sainte Foy o Santa Fe.


     Acercándonos a la cristalera parece que nos encontramos ante una obra de orfebrería del Antiguo Egipto, pero en realidad se trata de uno de los mayores tesoros del medievo en occidente. 


    Desde el siglo IX, aunque aderezada con piedras preciosas hasta el XIX, recibe con su rostro hierático a las masas devotas que la visitan. Es una de las mayores joyas medievales custodiadas no sólo en Francia sino en Europa


    Sentada en un trono y con los brazos extendidos impone respeto a quien le mira a los ojos. En el interior apenas está parte de su cráneo, pero eso supuso a Conques ser parada obligada en los tiempos en que las personas se movían miles de kilómetros persiguiendo su fe. Allí estaba la mártir de la que todo el mundo hablaba, la que hacía milagros y la que protegía a los peregrinos en su largo viaje.


     Una vez salimos del museo y nos percatamos nuevamente de las columnas del viejo claustro descubrimos en un capitel que los escultores que trabajaron en su construcción se habían retratado en piedra hace ya unos cuento siglos para inmortalizarse junto a la iglesia. 


   Son muchos los detalles que uno puede hallar en las columnas de un claustro. En realidad son auténticos libros petrificados que están todavía por descifrar. Y los capiteles de Conques son especialmente extraordinarios en este sentido.


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Detalle de los Capiteles


     Hay otro museo sin salir de la Plaza de la iglesia, el Musée Joseph-Fau (incluido en el ticket del tesoro), con objetos, cuadros y tapices rescatados de la antigua abadía. También algunos capiteles más que no pudieron quedarse en pie. Este lugar está bien para profundizar en la Historia de Conques pero estando dentro uno se da cuenta de que lo mejor está al otro lado de los grandes ventanales. Que hay que salir fuera a seguir paseando, a seguir fotografiando, no importando si nieva o diluvia más allá del cristal.



  • Un paseo por la Edad Media



    Podría decir que dentro de la villa fortificada en un cuadrilátero irregular hay que ir a buscar el castillo de los Humières, encontrar los hornos donde la gente del pueblo iba a hacer pan (y que siguen funcionando) o que no nos perdamos la Porte du Barry y su bóveda de medio punto en la que todavía se conserva la casa del guardián. 


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Porte du Barry


     Pero eso sería faltar a la realidad de lo que podemos hacer en Conques. Olvidémonos de los mapas, tiremos los folletos a la basura o, como mucho, guardémoslos en la guantera del coche como recuerdo porque no sirven de absolutamente nada. Conques no se visita como el plano de un museo sino que se vive como la oportunidad única de pasear por el empedrado de uno de los pueblos medievales más hermosos del mundo.


    Si buscamos buenas panorámicas habría que tomar una de los caminos que abandonan el parking principal y que nos colocan justo encima del pueblo. Otra opción sería dirigirnos a la Chapelle de Saint-Roch, donde van los peregrinos cuando se marchan de Conques, y así poder fotografiar esta joya mayúscula del Aveyron antes de marcharnos hacia otro lugar.


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Capilla de Saint-Roch (s,XV), en Conques, Aveyron


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Panorámica de Conques desde la Capilla de Saint-Roch


    Las tabernas con señales de hierro forjado colgando sobre las puertas, la andadura de peregrinos a los que todavía les queda mucho camino por hacer y no son capaces de dibujar otro gesto en su rostro que no sea de ilusión. Eso es Conques. Un lugar que no podemos creernos se mantenga en pie con la forma que tenía hace más de setencientos años. Uno de los mayores tesoros escondidos de Francia, de esa Midi-Pyrénées, ilimitado que se mide en leyendas de autoría anónima y te traslada del papel pergamino de los libros de caballerías a la viva imagen que hoy nos muestra con autenticidad.


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Café de la Plaza de la Iglesia en Conques


    Conques se visita tranquilamente en un día, es mejor evitar épocas estivales ya que para el viajero que quiera tener recuerdos fotográficos o simplemente disfrutar con calma del entorno, no es aconsejable ya que  tiene una alta afluencia de gente que puede agobiar la visita, pero llegando temprano por la mañana, o esperando que se vayan las “hordas de turistas” que lo visitan, se puede disfrutar de un inolvidable paseo, en este lugar absolutamente de cuento y uno de los que mejor representaran el carácter de la Edad Media.  

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