Los viñedos, resguardados por la D.O.P., se extienden por el Condado Campiña y el Condado Litoral, en un entorno que armoniza la agricultura tecnificada con la preservación de espacios naturales. Desde Almonte hasta Villarrasa, cada municipio contribuye a la riqueza de esta tierra fértil, donde el cultivo de la vid convive con olivares y otros sembradíos de secano.
La paleta enológica del Condado de Huelva es tan diversa como seductora. Los vinos blancos se presentan en distintas expresiones: desde el Joven, seco, fresco y afrutado, mayoritariamente monovarietal de Zalema, con sus notas de manzana verde y flores, hasta el Condado de Huelva, elaborado de forma tradicional en conos de cemento o vasijas de madera, que despliega aromas de fruta de hueso. No faltan los Tradicionales, con un año de envejecimiento que les confiere un carácter más complejo.
Racimo de Zalema. Vendimia 2022
Para los vinos tintos, las variedades Syrah, Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Merlot son las protagonistas. Desde los Jóvenes con aromas primarios de fruta y herbáceos, hasta aquellos sometidos a crianza bajo indicaciones como Roble, Crianza, Reserva y Gran Reserva, cada sorbo revela la intensidad y la acidez característica de la tierra onubense.
Los vinos generosos, con un mínimo de dos años de crianza por el sistema de criaderas y soleras, nos regalan joyas como el Condado Pálido o Fino, amarillo pajizo con aromas a levadura, o el Condado Viejo u Oloroso, de oro viejo a caoba oscura, con notas a frutos secos y madera. El Amontillado y el Palo Cortado completan esta exquisita familia, con sus perfiles complejos y persistentes.
La oferta se amplía con los generosos de licor, secos o dulces, como el “Pale Dry”, “Pale Cream”, “Médium” y “Cream”, que, con una crianza mínima de dos años, ofrecen desde aromas a levadura hasta notas de pasificación. Por su parte, los vinos de licor dulce, como el Dulce, Pedro Ximénez y Moscatel, o la Mistela, son un festín para el paladar, densos y con aromas frutales o a pasificación.
Pero, si hay un vino que encapsula la singularidad y la tradición del Condado de Huelva, ese es, sin duda, el Vino Naranja. Este producto, con una arraigada historia en la zona desde el siglo XIX, es una auténtica joya que merece ser descubierta. Su elaboración es una delicada alquimia: se parte de vinos que son sometidos a una aromatización única, donde cortezas de naranja maceran en alcohol vínico durante al menos seis meses en recipientes pequeños, extrayendo así sus aromas y características más distintivas
Posteriormente, este vino aromatizado es sometido a un envejecimiento mínimo de dos años mediante el tradicional sistema de criaderas y soleras en barricas de roble. El resultado es un vino con un aroma natural inconfundible, una experiencia que se ha transmitido de generación en generación. Bodegas de gran renombre, como Bodegas del Diezmo Nuevo de Moguer, ya lanzaban al mercado este vino aromatizado en 1870, obteniendo una gran aceptación.
La trascendencia del Vino Naranja del Condado de Huelva ha sido tal que incluso ha sido inmortalizada por la literatura. El Nobel Juan Ramón Jiménez, poeta moguereño, lo evocó en su inmortal obra 'Platero y yo': "… llegando septiembre, si el diablo no agua la fiesta, se colma esta copa, hasta el borde, de vino naranja y se derrama casi siempre como un corazón generoso". Un testimonio elocuente de cómo este vino no solo es un placer para el paladar, sino también una parte intrínseca del alma y la cultura de esta tierra. El Condado de Huelva nos invita, copa en mano, a descorchar sus historias y a saborear su legado.
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