El sentimiento anti-turismo está cobrando fuerza en el sur de Europa, especialmente en Palma de Mallorca, Canarias, Santiago de Compostela y Barcelona, donde las manifestaciones se han vuelto frecuentes. Los residentes protestan contra el turismo masivo, al que culpan por el aumento del costo de vida, la saturación de los servicios públicos y la pérdida de identidad local.
A lo largo de 2024 se entregaron cerca de 500.000 Compostelas, de las cuales 268.230 correspondieron a turistas internacionales, superando las 208.378 entregadas a peregrinos nacionales. Además, el Aeropuerto Rosalía de Castro alcanzó un nuevo récord histórico, superando los 2,6 millones de pasajeros, esto no es facil de digerir para una población que no alcanza los 100.000 habitantes y La Comarca 172,500 .
La ciudad catalana recibe cerca de 26 millones de turistas al año, a pesar de contar con menos de dos millones de habitantes. Muchos locales consideran que solo los primeros 10 millones generan beneficios económicos proporcionales, mientras que el resto agrava los problemas sociales y urbanos.
Imagenes de una Manifestación en Barcelona contra el turismo masivo, @Efe
Durante el lo que va de año 2025, las protestas se intensificaron. Algunas incluyeron actos simbólicos como disparos de pistolas de agua contra visitantes, o petardos frente a hostales. La situación se ha extendido a otras regiones de España, Italia y Portugal, donde la presión turística también ha provocado malestar ciudadano.
Aunque el turismo representa un 20% del PIB en ciudades como Barcelona, muchos locales priorizan la calidad de vida sobre los beneficios económicos. La crítica se centra en la saturación de espacios, el daño ambiental por cruceros y vuelos, y la especulación inmobiliaria impulsada por plataformas como Airbnb.
A pesar del debate sobre los beneficios económicos del turismo, crece la percepción de que el modelo actual es insostenible. El turismo ha convertido a los centros históricos en parques temáticos, donde los servicios ya no están pensados para residentes, sino para visitantes de paso.
Ante este panorama, los viajeros que valoren una experiencia acogedora podrían considerar evitar destinos donde el rechazo al turismo se manifiesta de forma abierta. Las pancartas colgadas en balcones y la hostilidad silenciosa de algunos locales pueden empañar incluso el viaje más planeado.
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