Las dos joyas jienenses de la comarca de la Loma, Úbeda y Baeza, no por conocidas dejan de ser un atractivo que invita a visitar de vez en cuando, como si el retrogusto creara una suerte de adicción. Su declaración como Patrimonio de la Humanidad el 3 de julio de 2003, pone en valor la calidad y buena conservación de su singular entorno urbanístico salpicado de numerosos edificios renacentistas.
Recientemente he efectuado una visita de cuatro días por estos dos emblemáticos enclaves, ampliándolos a un entorno natural, como es la Sierra de Cazorla y su capital, mucho más desconocida, la Villa de Cazorla. Una sola carretera nos lleva al municipio que habrá que volver a recorrer para salir de ella. No es por tanto un lugar de paso obligado en un trayecto, de ahí el desconocimiento y a su vez el atractivo de poder descubrir sus rincones más interesantes.
Situada en un cerro conocido como Loma del Bellón, hoy se inserta en un mar de olivos, que en otros tiempos fueron un asentamiento romano, atraídos por su riqueza en plata y sal. Luego los musulmanes comenzaron a fortificarla para alcanzar su mayor gloria en la Edad Media, donde se estableció un enclave fronterizo de gran importancia.
El edificio más singular de la villa es la Iglesia de Santa María de Gracia que nunca se llegó a terminar de construir. El arquitecto y cantero Andrés de Valdenvira –que nos va a perseguir todo el viaje– quiso crear un edificio único, construido sobre el río Cerezuelo que cruza toda la villa. La genialidad del diseño arquitectónico fue canalizar el río a través de un cauce protegido por una bóveda de cañón muy compacta que se adapta a los desniveles del río en todo el trazado de la plaza de Santa María. Probablemente esta estructura se debió realizar en 1536 para luego, sobre ella emprender la construcción del templo.
Cazorla. Ruinas de la Iglesia de Santa María de Gracia
Pero llegó el diluvio. Fue el 2 de junio de 1694 cuando descargó una lluvia torrencial, que por aquel entonces no se llamaba DANA, formando unas avenidas de agua que arrastraron árboles y piedras que taponaron el túnel abovedado e hizo que el agua saltara por encima y derribara los muros de la sacristía e inundara el templo. El cronista local, Baltasar del Castillo, cifra en: «hasta sesenta y siete personas fueron las que entregaron el alma, se perdió plata por valor de 10.000 ducados y más de cincuenta sacerdotes quedaron sin ornamentos para ejercer su ministerio». Hoy en día una piedra grabada en sus muros señala la fecha del desastre. Hubo un intento de reedificar de nuevo la iglesia, pero las tropas francesas durante la guerra de la independencia la arrasaron otra vez, de manera que el templo quedó para la posteridad como la iglesia sin concluir.
Testigo de estos aconteceres es el Castillo de la Yedra que se encuentra situado en la parte inferior del cerro de Salvatierra. Su base data de la época bereber, remontándose al siglo XI o XII. Continuarían la obra los conquistadores cristianos en la segunda mitad del siglo XII para que a finales del siglo XIV se levantara la magnífica torre del homenaje; que alberga en su interior un aljibe, en la zona inferior, y tres salas superpuestas.
Cazorla. Castillo de Yedra
La Tragantía
Una leyenda cuenta que... durante la conquista de la zona por las tropas cristianas el rey moro se atrincheró en el Castillo de Yedra. Al ver que el enemigo avanzaba decidió abandonar momentáneamente el castillo y enfrentarles en terrero abierto. Pensando que esta táctica sería un éxito y pronto regresaría, dejó su bien más preciado, su hija, oculta en una estancia secreta que solo el rey conocía y la dotó de provisiones, agua y lamparillas de aceite para que pudiera sobrevivir hasta que él regresara. No obstante la batalla fue un desastre para las tropas moras y el rey pereció en la misma.
Los vencedores cristianos se instalaron en el castillo, sin sospechar que en una estancia secreta bajo el suelo se encontraba la hija del rey moro que esperaba el regreso de su padre. Una espera eterna que la llevó a la locura cuando supo que nadie la encontraría. Cada día que pasaba en su húmeda estancia fue un tormento, sin comida, ni agua, ni luz pues sus provisiones se habían agotado. Llegó un momento en que dejó de sentir las piernas, las cuales se habían transformado en una cola de serpiente, y su famosa belleza, en un aspecto horrible.
Su venganza contra los castellanos y sus descendientes se da todas vísperas de San Juan (23 de junio) cuando, desde sus profundas estancias, canta a los niños y niñas:
Yo soy la Tragantía
hija del rey moro,
el que me oiga cantar
no verá la luz del día
ni la noche de San Juan.
Un recorrido por la Cerrada de Elías, a orillas del río Borosa, nos sumergió de lleno en la naturaleza de la sierra cazorleña.
Cerrada de Elías, a orillas del río Borosa
La tradición dice que Úbeda fue fundada por Tubal, un descendiente de Noé, pero su gloria y fama se debe a Francisco de Cobos y Molina, secretario de Estado del Emperador Carlos I. Hombre influyente y poseedor de una considerable fortuna, contrató al arquitecto del momento, Andrés de Valdenvira, que llenó el municipio de palacios e iglesias.
Úbeda. Casas Consistoriales
Este noble ubetense labró su fortuna estableciendo su casa en Valladolid, junto al núcleo del poder, donde fue acumulando cargos y prebendas: Contador en Granada, Comendador Mayor de León, Caballero de la Orden de Santiago, entre otros. En 1520 acompañó al monarca en su viaje a Flandes y Alemania, situándose como el mejor asesor en cuestiones españolas ante el rey. Nombrado miembro del Consejo Real, en 1522, casó con María de Mendoza y Sarmiento, y de esta manera entronca con otra de las más poderosas familias castellanas del momento, los Mendoza. El cargo de Ensayador mayor de los metales preciosos de la Casa de Contratación de las Indias, le proporcionó una riqueza incalculable y que invirtió en su ciudad natal, Úbeda.
La plaza Vázquez de Molina es el centro neurálgico de su tesoro monumental. La conforman la Basílica de Santa María la Mayor de los Reales Alcázares, asentada sobre un suelo arqueológico de la Edad de Bronce que ya tenía por entonces una finalidad sagrada. Luego, con la llegada de los musulmanes pasó a ser Mezquita y el 29 de septiembre de 1233 el rey San Fernando III entró con su corte en la mezquita por la puerta principal de la misma, para celebrar la victoria de la conquista de la ciudad y transformarla en iglesia católica. Desde el siglo XIII hasta el XIX se han ido incorporando elementos arquitectónicos y ornamentales, de manera que se descubren detalles góticos, mudéjares, renacentistas, barrocos y neogóticos.
El Palacio de las Cadenas, de estilo renacentista, llamado así por las cadenas que rodean su lonja, fue proyectado por el arquitecto Andrés de Vandelvira que se tomó la libertad de plantear este palacio como si de una casa romana se tratara, creando toda su estructura alrededor de un gran patio con fuente en su centro. Hoy es sede del Ayuntamiento de la ciudad.
A continuación el Palacio del Dean Ortega, otra antigua casa-palacio del siglo XVI, de soberbia traza clásica atribuida al siempre presente Andrés de Vandelvira, que hoy es utilizada como Parador.
Pero la obra cumbre de este conjunto es la Sacra Capilla del Salvador que en un principio formaba parte de un complejo mucho más amplio, que incluía el palacio personal de la familia de los Cobos, pero también con una universidad y un hospital. El proyecto fue encomendado a uno de los grandes nombres del renacimiento español, Diego de Siloé. Sin embargo fue, una vez más, Andrés de Valdelvira quien finalmente se encargó del proyecto. Este soberbio edificio fue elegido por Francisco de los Cobos para convertirlo su panteón y el de su joven esposa, a la que sacaba cuarenta años, tras veinticinco de feliz matrimonio… o no tan feliz, porque ella se encargó de enterrarle boca abajo, por si acaso.
Úbeda. Sacra Capilla del Salvador
Tan monumental como Úbeda pero con una historia mucho más rica, finalizamos nuestro recorrido en la ciudad de Baeza, cuyos orígenes se remontan al III milenio a.C., más moderna que la supuesta fundación de Úbeda por el descendiente de Noé, pero bastante mejor documentada. Luego los romanos, oleadas de invasiones bárbaras hasta la imposición de la autoridad visigoda en el siglo VI, fueron sus habitantes.
Baeza. Plaza de Popolo
En la Edad Media experimentó grandes cambios con la llegada de los musulmanes y el territorio se redistribuyó entre hispanogodos, tribus árabes y los Omeyas hasta su reconquista por Fernando III el Santo. Pero su esplendor lo alcanzó en los siglos XV y XVI cuando se levantan los monumentales edificios de la Plaza del Popolo junto al Arco de Villalar que daba acceso a la ciudad con su hermosa fuente de los leones, la antigua Universidad con el Aula de Antonio Machado, el Palacio de Jabalquino con su decoración plateresca que exhibe detalles de manifiesto erotismo, la Iglesia de la Santa Cruz, único monumento románico de la zona y la Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza con su alta torre desde la que se observa un horizonte plagado de olivos.
Baeza. Plaza de Jabalquino
Finaliza aquí nuestra escapada a tierras jienenses, mientras resuenan en nuestros oídos aquellos versos de Miguel Hernández:
Andaluces de Jaén
Aceituneros altivos
Decidme en el alma quién
Quién levantó los olivos.
Autora: Susana Ávila
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