El Papa Francisco, en una ceremonia solemne en la Plaza de San Pedro este domingo, proclamó santos a ocho frailes franciscanos asesinados en Damasco, Siria en 1860. Seis de ellos eran de origen español, y entre ellos destaca Juan Jacobo Fernández, nacido en Moire, Piñor (Ourense) en la comarca de Carballiño, el 29 de julio de 1808 y muerto a los 52 años. También un franciscano austríaco y tres hermanos laicos maronitas.
Desde que tuvo que abandonar el convento de Herbón hasta su regreso a Moire, en Piñor, lugar donde aún se conserva su casa natal, decidió ir como misionero a Siria, donde encontró la muerte junto con los demás mártires de Damasco en defensa de su fe.
En el lugar de Moiré siempre hubo una gran devoción al beato, con misa y procesión todos los años. Se arregló la casa donde nació e incluso se realizó una estatua de él, donada por un vecino. Y en la iglesia parroquial de Carballeda, donde fue bautizado, hay una placa y una efigie para recordarlo.
Casa natal, del Santo Juan Jacobo Fernández, en el Lugar de Moire, Piñor (Ourense)
Los vecinos se sienten orgullosos.
Hubo un tiempo que se le hacía una procesión, la última semana de julio o primera de agosto, en función del día de la semana que se celebraba Santiago, que comenzaba el sábado en la capilla de La Milagrosa que alberga una imagen del ahora santo y se transportaba a hombros de devotos hasta su casa natal, donde permanecía hasta el lunes siguiente, que de igual modo era devuelta a la capilla.
Iglesia Parroquial de Santa María de Carballeda, con Busto y placa conmemorativa en
la fachada de la misma del Santo Juan Jacobo Fernández, Piñor, (Ourense)
Desde el año 2009, hasta el 2019, el fin de semana que permanecía el Santo en su Casa Natal de Moire, se iluminaba, con velas su exterior e interior, La Era donde esta ahora la imagen donada por un vecino, y la Casa que hay sobre ella, enfrente de la del santo, donde un grupo de voluntarios al frente de los cuales estaba el conocido comunicador Antón Alonso, se encargaban de colocar por todo el recinto, de forma gratuita, velas que eran del mismo formato que las que se utilizan en Pedraza de la Sierra (Segovia), donde se celebran los famosos Conciertos de la Velas el primero y segundo fin de semana de julio,
Estatua del Santo Juan Jacobo Fernández, donada por un feligrés
. San Juan Jacobo es el cuarto santo nacido en la provincia de Ourense. Entre sus familiares se encuentra otro gallego ilustre como Camilo José Cela, que el sus conocidas novelas La Rosa y Mazurca para dos muertos, habla de su antecesor y del Lugar de Moire, y de la aldea cercana de Los Mesones Reino, en el Municipio ourensano de Piñor
El Papa Francisco utilizó, como es habitual, la fórmula en latín para proclamar su santidad y pedir que se inscriban en los libros de los santos de la Iglesia. "Continuamos la obra de Jesús en el mundo. En esta luz podemos recordar a los discípulos del Evangelio que hoy son canonizados. A lo largo de la turbulenta historia de la humanidad fueron fieles servidores, hombres y mujeres que sirvieron en el martirio y en la alegría, como hermano Manuel Ruiz López y sus compañeros", dijo el Papa en la ceremonia de canonización en la Plaza de San Pedro del Vaticano, en presencia de los fieles.
Entre los asistentes al acto se encontraban autoridades como Félix Bolaños, Ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes del Gobierno español.
Los mártires de Damasco fueron beatificados por el Papa Pío XI el 10 de octubre de 1926 y su fiesta se celebra el 10 de julio. El Papa Francisco, casi un siglo después, realizo su canonización, este domingo 20 de octubre.
Los religiosos franciscanos, hijos de San Francisco de Asís, son los custodios de los Santos Lugares. Francisco en el año 1219 había predicado el evangelio al sultán de Egipto. A lo largo de los siglos, los franciscanos de Tierra Santa han sufrido masacres, acosos y expulsiones, pero su amor por la tierra de Jesús nunca ha debilitado. En julio de 1860 se enfrentaron a una sangrienta persecución en Damasco por parte de los musulmanes drusos.
Esta situación se puso fin en el Tratado de París, firmado en 1856. En ese acuerdo, por primera vez en la historia, se reconocía a Turquía como una potencia, con la misma personalidad jurídica que la de los estados cristianos. En consecuencia, el sultán estaba obligado a reconocer la libertad de culto a cualquier comunidad religiosa residente en su país.
Los musulmanes interpretaron este gesto como un insulto al Corán, por lo que incitaron a sus correligionarios a reaccionar contra las políticas del sultán. Desde las montañas del Líbano los musulmanes podían tramar cualquier cosa contra los cristianos, a pesar de que el gobernador general Abd-el-Kader, residente en Beirut, había prometido a los obispos una defensa justa. Para ello armó a 1.200 soldados que habían podido defender a los cristianos de las luchas, pero antes de que tuvieran tiempo de acercarse a ellos se produjo una tremenda carnicería.
La víspera del 9 de julio de 1860 parecía que algo grave iba a suceder. De las mezquitas surgieron palabras incendiarias. Grupos sospechosos de drusos y musulmanes deambulaban por las calles del barrio cristiano cantando: "¡Qué dulce es masacrar a los cristianos!". Hicieron cruces en el suelo y obligaron a los cristianos a pisarlas; colgaron cruces alrededor del cuello de los perros y obligaron a los cristianos a arrodillarse y adorar a los cachorros.
Era el mediodía del 9 de junio cuando, de repente, una turba enfurecida salió a las calles. El gobernador Abd-el-Kader se apresuró y trató de conseguir el mayor número posible de católicos en su palacio. Muchos se salvaron. Pero el superior de los franciscanos no tomó la precaución de refugiarse en el palacio del emir, pensando que los sólidos muros de su convento eran suficientes para salvaguardarlo a él y a su pueblo. Un judío, sirviente de la casa, los traicionó, abriendo una puerta detrás del convento a los sanguinarios musulmanes.
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