El Barco de Ávila, "Las eras de don Camilo Volando"

|

      El Barco de Ávila está situado en una encrucijada a la que llegan, o desde la que salen, cuatro carreteras. La N-110 llega desde Ávila, cruza el pueblo y se dirige a Plasencia por el puerto de Tornavacas y el valle del Jerte; la AV-100, que lleva a Béjar y la AV-941 que discurre por los pueblos situados en la falda norte de Gredos. Nosotros llegamos desde Ávila y detuvimos el coche en el aparcamiento que existe junto a la estación de autobuses, al lado de los muros del castillo de Valdecorneja, que se alza vigilante sobre el río Tormes y el puente románico del siglo XIV.


     Nada más bajarnos tuvimos la primera sorpresa, una placa y un paseo, el paseo del Vagabundo, que discurre pegado a la muralla del castillo, dedicados a Camilo José Cela. La pregunta era obvia ¿Qué tiene que ver Cela con el Barco de Ávila?


1 Placa, el Barco

 Placa a Camilo José. Cela, en el Paseo del Vagabundo  


       No tardamos mucho en saberlo. Enfilamos por la calle Mayor y, enseguida, llegamos a la plaza de la Constitución, donde se encuentra la oficina de turismo. Allí nos atendieron Silvia y Leticia, encantadoras, a las que preguntamos qué podríamos visitar en el Barco y cuál era la relación de Cela con el pueblo. Empezamos a hablar, y hablar, y hablar, y nos contaron que no solo Cela había visitado el Barco de Ávila, sino que hubo otros escritores famosos que dejaron la huella de su presencia en la población, como son Hemingway, Miguel de Unamuno y Federico García Lorca. Pero vayamos por partes.


El Barco de Avila, Oficina de turismo, en la Plaza de la Constituciu00f3n.

El Barco de Avila, Oficina de turismo, en la Plaza de la Constitución


     Dicen que Camilo José Cela iba con cierta frecuencia a la cercana localidad de Bohoyo, que no tiene más de 200 habitantes, a pescar truchas en las aguas del río Tormes. Lo cierto es que el escritor acudió a Bohoyo al menos dos veces en helicóptero, a sendos homenajes que le hicieron en el pueblo por haberlo citado en el libro de viajes Judíos, moros y cristianos. En agradecimiento, el prado cercano al pueblo en el que aterrizó las dos veces pasó a denominarse Las eras de don Camilo Volando.


       En Judíos, moros y cristianos el protagonista es “El Vagabundo”, que va narrando un recorrido por tierras de Ávila y Segovia que comienza en el puerto de Navacerrada y acaba en Cebreros. El sexto capítulo se titula Del sacro Tormes, dulce y claro río, y en él se describe la llegada del vagabundo a Barco de Ávila, que refleja sus impresiones en el libro.


      “El Barco de Ávila es pueblo próspero y de calles anchas y bien dibujadas, con el piso de chinarros y guijas. El vagabundo, que en todo su andar –y ya lleva unas leguas a las espaldas– jamás fue tan de prisa de un pueblo importante y con juzgado de primera instancia –Piedrahita– a otro pueblo también con juzgado de primera instancia y también importante –El Barco–, se siente a gusto paseando entre las buenas casas entre las que va, con sus balcones florecidos y sus rejas de hierro. Tras una púdica persiana, un mozo con el paralís canta, para alejar la pena, una coplilla de pastor

Alégrate, corazón/

aunque sea por la tarde;/

corazón que no se alegre/

no viene de buena sangre”.


     Al abandonar la oficina de turismo, siguiendo por la calle Mayor, que se adivina larga, no muy ancha, con una altura en los edificios que hacen difícil el paso del sol, se llega al cine-teatro Lagasca (es un lujazo para la zona disponer de este espacio cultural) y a la antigua cárcel, que hoy es un espacio para exposiciones, fototeca, que guarda auténticas joyas, y centro de mayores.     



Calle Mayor, El Barco de Avila

Calle Mayor, El Barco de Avila


      Y un poco más adelante encontramos la plaza Mayor, porticada, típica castellana, lo que nos hace regresar a un nuevo pasaje de Judíos, moros y cristianos, en el que se describe un lunes de mercado. Todavía hoy el mercado se sigue celebrando todos los lunes del año en la plaza Mayor, también conocida como plaza de España. 


El Barco de u00c1vila, Antigua cu00e1rcel

Antigua cárcel, El barco de Avila


      “Es lunes y en el mercado de los soportales de la plaza, en medio de un hirviente guirigay honesto y artesano, se vende, y se regatea, y se tasa, y se compra el chorizo de Candelario, y el quesillo de la sierra, y la nívea harina del Tremedal, y el fino paño de Béjar, y la abarca pastoril, y el confite, y la vainica por varas, y el borceguí del ganadero pudiente, y la aromática yerba del país –el laurel, la menta, la camomila– al lado de la especia de Ultramar, y el pimentón de la Vera, y el vino de Toro, y el corderuelo, y la trucha, y la gallina en cuartos, y el infalible remedio para la calvicie, y el elixir de la eterna juventud que trajeron los españoles de las difíciles y escondidas fuentes del Dorado.


      –¡Al pipo y a la judía! ¡Al pipo y a la judía! ¡Manteca, mismamente manteca! ¡Al pipo y a la judía!


      El vagabundo, tras sosegarse en medio del bullicio, se mete en una taberna algo apartada, a refrescar el gañote […] El vagabundo, en una tabernilla no muy a la mano, un lunes de mercado del año 1953, en Barco de Ávila, escuchó el regüeldo más detonador y alarmante de toda su existencia.


      –Que aproveche.


      Por Castilla, tierra de cuidadosos y no fáciles aprovechamientos, se desea provecho tanto para engullir como para digerir.


     –Gracias”.


Plaza Mayor, El Barco de Avila

Plaza Mayor, El Barco de Avila



      Hacía calor, era el momento de reponer fuerzas y en el centro de la plaza encontramos el bar “El Camarote”, que quizás no fuese la misma taberna a la que entró el vagabundo, pero que a nosotros nos venía fenomenal. Y allí probamos uno de los platos típicos de Barco y de la zona, las patatas revolconas, un guiso de patatas con pimentón, aceite y torreznos, que prácticamente se puede tomar como tapa en todos los bares de la comarca. El otro gran producto gastronómico son las judías del Barco, una judía seca, de color blanco, de gran tamaño y forma de riñón, que se produce de forma tan favorable porque el suelo de la comarca El Barco–Piedrahita es muy arenoso, hay mucha altitud y las aguas son abundantes y frías. Tanta es la importancia de la judía del Barco que el pueblo le ha dedicado un museo.


El Barco de u00c1vila Tienda de productos tu00edpicos

Tienda de productos típicos en la plaza Mayor del Barco de Ávila 


        Continuamos nuestro paseo por la calle Mayor hasta llegar a la iglesia Mayor de la Asunción de Nuestra Señora. Podría describir lo que estábamos viendo, pero ya lo hizo muchos años antes el vagabundo con mayor riqueza de vocabulario, cuando el Barco era un pueblo pujante, lleno de vida, por lo que es mejor darle a él la palabra.


El Barco de u00c1vila, Iglesia Mayor de la Asunciu00f3n de Nuestra Seu00f1ora

Iglesia Mayor de la Asunción de Nuestra Señora, El Barco de Ávila


      “La iglesia de Barco de Ávila puestos a seguir por el camino de los santos y el hilo de lo clerical– es sólida y hermosa, de bella traza románica y de satisfechas proporciones, esconde, en su sacristía, en sus primeros rincones, viejos tesoros de mérito: un Cristo, negro y amargo, que sobrecoge el corazón; varias tablas góticas y flamencas; un tríptico italiano; un relieve de alabastro, también italiano, dicen que de Benvenutto Cellini; un crucifijo de marfil; una dulce imagen de la Virgen y el Niño; las tallas de artístico palo de la antesacristía; las rejas platerescas, los férreos candelabros renacentistas, los atriles, la custodia, el cáliz, el copón. […] En la plaza que queda frente a la iglesia, una niña de delantal blanco juega al diábolo, altiva y sola como una infanta amenazada. El vagabundo, sentado en su poyo de piedra, la miró como quien mira una flor, como quien ve volar una paloma. Desde un balcón próximo salió una suave voz, cálida y cristalina, trémulamente firme y, quizás, suplicadora”.


      Desde la iglesia continuamos caminando un centenar de metros hasta llegar al puente románico, que nos ofrecía una vista relajante de las montañas nevadas y del rio caudaloso y que hasta no hace muchos años todavía estaba abierto al tráfico rodado. Hoy en día es solo peatonal, así que atravesarlo era casi una obligación. Justo al otro lado del rio encontramos la ermita del Santísimo Cristo del Caño. Así lo describía el vagabundo, que ya había narrado este mismo recorrido en su libro.  


El Barco de u00c1vila, Ermita del Santu00edsimo Cristo del Cau00f1o

Ermita del Santísimo Cristo del Caño, El Barco de Ávila


     “Sobre el Tormes, el vagabundo camina por un puente que tiene arcos para los dos gustos, de medio punto y en ojiva. La ermita del Santísimo Cristo del Caño queda junto al puente. Más allá y con Gredos al fondo, se alza el castillo de Valdecorneja. El señorío de Valdecorneja abarcaba Piedrahita, el Barco, la Horcajada, el Mirón y todas aldeas. La Horcajada y el Mirón, hoy en tierra de Ávila, caen hacia la parte del campo de Salamanca. El castillo de Valdecorneja, casi en el suelo, no es de los más arruinados porel tiempo”.  


El Barco de Ávila,  Puente románico

Puente románico, sobre el Tormes, S. XIV, El Barco de Ávila


       Volvimos sobre nuestros pasos cruzando de nuevo el puente para seguir el curso del río por las afueras de la ciudad hasta llegar de nuevo al castillo, que se puede visitar y está acondicionado para actos sociales y culturales. El Barco de Ávila fue una ciudad amurallada, con varias puertas de las que tan solo se conserva la puerta del Ahorcado. Hoy en día continua siendo un pueblo con un entorno privilegiado pero que, como tantos otros, lucha desesperadamente contra la despoblación. Barco tiene en torno a 2.300 habitantes, pero el número de vecinos va descendiendo poco a poco y no se adivina el momento en el que este proceso, por lento que sea, se detenga. Por esto no es extraño ver negocios cerrados y locales con sensación de abandono que no encuentran nuevos dueños que le sigan dando vida. 


El Barco de u00c1vila, Castillo de Valdecorneja

El Barco de Ávila, Castillo de Valdecorneja


      Nos encantó Barco de Ávila, la amabilidad de sus gentes, su gastronomía, su historia cultural, y nos gustó especialmente seguir los pasos del vagabundo y poder ver el pueblo con nuestros ojos desde la perspectiva de hoy y con los suyos desde la perspectiva de los años cincuenta del siglo pasado. A las puertas del Barco, el vagabundo, tuvo que decidir, mientras merendaba un pan cenceño que le supo a gloria, si continuaba su camino en dirección a Gredos o lo hacía por el puerto de Tornavacas, siguiendo el fluir del Jerte. Aquí se separaron nuestros caminos: El vagabundo continuó hacia Gredos, nosotros hacia el valle del Jerte con la idea de seguir contando en algún momento parte de la historia de los escritores que pasaron por Barco de Ávila. 


ManuelPozo (1)

Autor: Texto y Fotos

Manuel Pozo








Paseo del Vagabundo, El Barco de Avila
Paseo del Vagabundo, El Barco de Avila

El Barco de Avila, Plaza Mayor
El Barco de Avila, Plaza Mayor

El Barco de Ávila, Museo de la judía
El Barco de Ávila, Museo de la judía

El Barco de Ávila, Puente Medieval
El Barco de Ávila, Puente Medieval

El Barco de Ávila, Castillo
El Barco de Ávila, Castillo

Comentarios