Los expertos en los efectos del cambio climático ya habían advertido a finales de los años 80 que antes del año 2030 la cuenca del Mediterráneo sufriría durante el verano olas de calor insufribles.
Lo sucedido estos días en Grecia, Italia y Turquía ha hecho saltar las alarmas de las instituciones y de los estudiosos.
Incendios que arrasan los bosques, destrozan instalaciones hoteleras, restaurantes y apartamentos obligan a replantear la gestión turística al sur de Europa a medio plazo.
Si las temperaturas con 40 grados constantes se mantienen (incluso rozando los 50 en algunos sitios), está claro que los jubilados del centro y norte de Europa y las familias con hijos se lo pensarán en pasar sus vacaciones en esos lares. Los jubilados pueden modificar sus planes para el otoño y primavera, pero las vacaciones escolares, que en casi todos los sitios de la vieja Europa coinciden en julio y agosto, no permiten a las familias con hijos menores ser flexibles.
¿Y que familia teutona o vikinga le apetece gastar el dinero 14 días en un hotel o apartamento sin poder salir a la calle con los niños gran parte del día?. Para estar encerrado, mejor quedar en casa. Por eso hay que replantear el diseño urbanístico, la gestión forestal y climática de las zonas turísticas en cuestión. Es una oportunidad para Galicia de situarse en el mapa turístico climático.
Ahora bien, tampoco podemos pretender sobrexponer la costa norte de Coruña y Lugo sin mejorar las infraestructuras como el suministro del agua, la gestión de los residuos y de los servicios médicos. Si no, pasar las vacaciones en Escandinavia.
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