Nucleo turístico La Rectoral, un icono del turismos rural asturiano
Actualmente ese renovado turismo junto a las pequeñas empresas de cuchillería artesanal junto a la vieja etnografía de los mazos y las fraguas componen la base de una economía que da vitalidad y orgullo a estos lugares de belleza cautivadora y sensaciones abiertas.
Complejo hidráulico de Mazonovo. Pura etnografía
Y Taramundi vive una modernidad avanzada donde no faltan buenos establecimientos de hostelería, tiendas de recuerdos, una quesería, un llagar sidrero, buenos alojamientos y museos didácticos para conocer a fondo el quehacer de sus habitantes en el trabajo manufacturero de los cuchillos y los útiles metálicos. Sin olvidar un ancestral castro celta. Casi se podría decir que con la actividad turística este enclave es un museo a la vista de todos y cada día son más los visitantes que acuden a Asturias y tienen por destino obligado Taramundi y su universo intrínseco.
La Navaja de Taramundi. Un trabajo artesano que da vida a la zona
Vivir un fin de semana por estos enclaves es empaparse de historia etnográfica y refugiarse en el siglo XVII cuando la industria local de las fraguas y mazos movía la economía de estas tierras de agua y agricultura de subsistencia. Hoy todo es distinto y sus pobladores han sabido tirar de sus recursos endógenos para cultivar un modo solvente de turismo bien entendido, con los atractivos de un paisaje envidiable y una gastronomía muy cárnica y excelsos platos de cuchara. Y esta culinaria se oferta en La Rectoral -comida y dormida- y en el Llagar Solleiro, amén de pernoctación en el Hostal Paulino y Casa Petronila.
Para desayunar Pantaramundi, panadería y buen café y en plan de picoteo Taberna del Hotel Taramundi. Y Casa Vicente, una tienda mixta que vende de todo, ultramarinos y ferretería especialmente, entre otros establecimientos de estilo rural repartidos por estos contornos.
Y en Piantón, barrio de Vegadeo en sentido a la autovía del Cantábrico y próximo a Taramundi sobresale Casa Jano, un templo del buen yantar con una brasería de nivel y unos platos egregios sujetos a la cocina asturiana del Occidente. Las carnes, los pescados y los arroces caldosos cautivan al respetable amante de la calidad entre fogones.
Enrique García, parrillero de Casa Jano, que mima las carnes
Lucas Lastra, su propietario, se encarga de que el condumio escogido sea a pedir de boca. Y con este cierre ya de vuelta a casa, una parada en este local de enjundia y buenas viandas supone todo un placer para los sentidos.
Lucas Lastra, propietario de Casa Jano, en Piantón, Vegadeo
Autor: Carlos Cuesta
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