Boas vides: la apuesta por el vino tinto en el Ribeiro

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Antonio Míguez Amil atiende durante el día a los centenares de turistas que se acercan a la villa ourensana de Ribadavia, en pleno corazón de la región vinícola de O Ribeiro. Cuando finaliza su tarea de gestión turística municipal deja el traje de empleado público, se pone las botas, sube al tractor y empieza a cultivar su segunda pasión: hacer vino, en especial el tinto que considera que es el verdadero origen de la fama del Ribeiro en la historia.


Antono Miguez, ante sus  vileds

Antonio Miguez, ante uno sus viñedos en Cenlle (Ourense)


Antonio es un defensor atípico del vino tinto dentro de la Denominación Origen Ribeiro con una abrumadora mayoría de productores de vino blanco. Para él hay un concepto erróneo del tinto del Ribeiro, que se puede mejorar, y que no tiene nada que envidiar a un Rioja o a un Ribera del Duero. Durante un largo periodo de estudio, que incluye una excedencia de su trabajo en la Oficina Municipal de Turismo para trasladarse al extranjero y mejorar en su formación, ha adquirido la convicción que todo el mundo quiere hacer un buen vino, pero para Antonio la clave está en el equilibrio. Por eso se comprometió consigo mismo de aportar su grano de arena para mantener el verdadero espíritu vitivinícola del Ribeiro, sus vinos tintos.

Sus viñedos se sitúan en el municipio ourensano de Cenlle, en San Lorenzo da Pena

Sus viñedos se sitúan en el municipio ourensano de Cenlle, en San Lorenzo da Pena, en terrenos de una antigua granja de elaboración de vinos abandonada, que está recuperando poco a poco, para mantener vivo el patrimonio del Ribeiro. Ahí podemos encontrar vestigios de un antiguo lagar del siglo XII que funcionó, según documentación que maneja Míguez Amil, hasta el siglo XIX.

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Viñedos en socalcos de Antonio  Miguez, en la localidad ourensana de Cenlle


Antonio apuesta desde el principio por la viticultura ecológica, siguiendo los preceptos de su gran mentor y amigo, Bernardo Estévez, viticultor de Arnoia y defensor de la producción ecológica y biodinámica del vino del Ribeiro. El mismo inculcó a Antonio que para su tarea se requiere una gran dosis de paciencia en un mundo muy competitivo.


Sus primeros pasos se inician en el año 2001 con la compra de los viñedos, la plantación de cepas, limpieza de terrenos, desbroce de caminos y experimentar con las primeras cosechas. El bautismo fue con la puesta de largo de 300 botellas de un tostado único de uvas tintas, caiño longo, sousón y brancellao. En honor a su abuelo de la parroquia ribadaviense de Francelos le puso el nombre Para do Pé, que era el lugar donde se hacían los mejores vinos de la zona. El origen del nombre residía que hace 100 años los mozos de la zona subían por este lugar a las parroquias vecinas de Barcia y Quins a las fiestas para levantar las mozas. Los mozuelos de ahí pues no se lo consintieron y alguna noche se reunieron en ese lugar para "parar los pies a los de Francelos". Su golpe de timón se produce este año 2019 sacando al mercado su tinto Boas vides un proyecto iniciado en el 2017 con 40% carabuñeira; 50% entre sousón, brancellao y espadeiro; 10% garnacha procedente de cepas de entre 10 a 70 años de edad.

Para do pe

Antonio Miguez recupera la tradición de enterrar las botellas de vino en O Ribeiro

Antonio Miguez, siempre en busca de las esencias que hicieron mundialmente el Vino Ribeiro ha querido ir un paso más allá, enterrarlo bajo tierra y resucitarlo pasado más de un año «para darlle tempo a envellecer sen ruídos, sen luz e sen variacións de temperatura», y realizar así un proyecto que quiere recuperar las antiguas variedades tintas de O Ribeiro, pero también el espíritu de los vinos que se hacían antaño.


Antonio lleva muchos años estudiando y trabajando con un objetivo claro «conquerir facer viños históricos, aqueles viños do Ribeiro que tanta sona e aprecio tiveron ao longo de mil anos», explica. Tuvo claro desde un principio que la base de un buen vino, nace buscando el mejor viñedo y por eso recorrió las laderas del Avia, en el municipio ourensano de Cenlle, buscando fincas adecuadas, con una altitud de entre 200 y 300 metros de altitud, en socalcos, en la parroquia de San Lourenzo da Pena.


A partir de 2005 comenzó la recuperación de antiguas viñas en socalcos para hacer vinos barrocos y medievaless. Por el camino aprendió de amigos y conocidos, de nuevos y viejos vitivinicultores, como Bernardo Estévez, Avelino Lorenzo, Paco Rego, Alvaro Galiño, Antón Giráldez, Julia Bande, Xosé Lois Sebio, Iago Garrido, Fidel Giraldez ou Nacho González.


Empezó trabajando con el Brancellao, la Sousón o el Caíño Longo, pero pronto se preocupó también de recuperar variedades cuyo nombre se había olvidado, como la Carabuñeira, Caíño da Terra o el Espadeiro. Su propósito es: «preservar a esencia e mais a identidade dos viños tintos saídos das vellas ladeiras do val do Avia, viños nos que se respecta a súa orixe, de antigas castes case desaparecidas», explica. Su viticultura es respetuosa con el medio ambiente, biodinámica y regenerativa. Hace una fermentación natural, sin apenas sulfitos y busca siempre la máxima expresión de la tierra.


  •  Baixo Terra 2017 de Boas Vides


Llegó la cosecha del 2017, con la que Míguez Amil decide experimentar para demostrar «que os viños tintos galegos son algo máis que viños atlánticos ou monovarietais, son plurivarietais que falan da paisaxe e do clima. A mestura de variedades permite viños primitivos e, ao mesmo tempo, modernos e con vida, alén de tópicos fáciles e repetitivos». En septiembre de ese año se vendimian las uvas de Carabuñeira, Sousón, Brancellao, Espadeiro y Garnacha que dan lugar a unos mostos «moi ricos en froita e tánicos, con moi boa acidez». La fermentación se llevó a cabo de forma espontánea y con piel en depósitos de mil litros y con temperatura controlada. Todas las uvas se cultivaron en viñas que recibieron tratamientos con productos naturales, sin usar pesticidas ni herbicidas.


Antes de ser enterrado, el Baixo Terra pasó catorce meses en pipas de 300 y 600 litros de roble francés de segundo uso, donde realizó la fermentación maloláctica de forma espontánea. Después estuvo cuatro meses en barricas de acero y, en mayo del 2019 fue embotellado. Solo un mes después, cuatrocientas de estas botellas fueron cuidadosamente colocadas bajo tierra. Allí estuvieron hasta esta misma semana, cuando fueron resucitadas y volvió a la tierra que lo vio nacer.


Explica Antonio Míguez que la cosecha del 2017 presentaba unas características que hacían pensar que el vino alcanzaría su máxima expresión tres o cuatro años después. Esa capacidad de guarda que parecía tener fue lo que le llevó a enterrar las botellas en la finca de San Lourenzo da Pena. Ahora, está listo para salir al mercado. «É unha maneira distinta de entrar en contacto co máis aló dos viños galegos, a Santa Compaña dos viños, a vida despois da morte», concluye.


  • Un encofrado de madera a 1,5 metros de profundidad y muy protegido


Fue en mayo del pasado año cuando las 400 botellas de Baixo Terra fueron enterradas. Se introdujeron en un encofrado de madera, protegido por una bolsa de plástico para que no se filtre agua, y cubierto de tierra en la finca de San Lourenzo da Pena, ubicada a entre 265 y 300 metros de altitud. Se pensó hasta en la orientación del enterramiento, que mira hacia el norte para que no se vea afectado por las variaciones de temperatura entre el día y la noche y entre las diferentes estaciones del año.


En Galicia hay algunas experiencias de criar los vinos bajo el mar, como el famoso Sketch de Raúl Pérez, aunque esas botellas sumergidas no salen a la venta, o el proyecto de investigación que Marqués de Vizhoja está realizando con la Universidad de Alicante en el Mediterráneo. Y Boas Vides ha decidido hacer lo mismo, pero utilizando la tierra de O Ribeiro. Explica Antonio Míguez que esta es una tierra granítica, que tiene la virtud de tener una mayor capacidad de oxigenación, ya que filtra mejor el aire. «O frescor que mantén a terra permite unha temperatura sen variacións importantes durante todo o ano», sostiene este viticultor y bodeguero.


Las botellas fueron desenterradas esta misma semana y, en breve, se pondrán a la venta. «Este viño pretende amosar o que se facía historicamente nos sitios escollidos de Galicia», asegura. Es el vino que renace, que se sepulta bajo tierra para volver lleno de vida y en todo su esplendor.


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El bodeguero Antonio Míguez, descubriendo el tesoro enterrado en mayo del pasado año


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Baul de los secretos


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Antonio Miguez, deposita en cajas con el cariño y cuidado que merece este tesoro, fruto de su empeño y perseverancia por lograr vinos de calidad por procedimientos ancestrales, en esta región vitivinicola gallega como es el Ribeiro


  • Ficha del vino Boas Vides


Tinto: Boas Vides 2017 – Baixo Terra

Vendima: Setiembre  2017

Crianza: 14 meses en pipas de roble francés de segundo uso.

Embotellado: Mayo de 2019.

Enterrado: Junio de 2019

Desenterrado: 28 de Agosto de 2020

Inicio comercialización: Setiembre de 2020

Nº de botellas: 400 botellas de 750 cc

Castes: Carabuñeira 40% / Sousón 20% / Brancellao 20% / Espadeiro 10% / Garnacha 10%

Grado Alcohólico: 13,5% vol

Acidez Total: 5,9

Acidez Vol: 0,66

Ph: 3,5

SO2 L/T: 20/45



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