África, el basurero no oficial

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En más deJacinto Seara 202 una ocasión he escrito artículos relacionados con África en donde describía el atraso, pobreza y la poca atención que le prestan los países ricos, siéndoles útiles para obtener los tesoros que guardan bajo sus tierra y que son muy apreciados, en especial por las nuevas tecnologías. De manera oficial hay un gran vertedero para la basura o chatarra tecnológica en África, pero son muchos más los basureros ilegales. Un ejemplo de los vertederos ilegales de basura electrónica más grandes del mundo está situado en Agbogbloshi, descrito por la italiana Jelena Bosnjakovic que dice que: ”Hay personas, incluidos menores, que trabajan allí y queman todo el tiempo la basura para recuperar los materiales valiosos o los objetos que se podrían reutilizar. Viven de eso”. Desgraciadamente hay implicaciones económicas ya que la basura electrónica considerada cómo ’minería urbana’, es una alternativa más barata que la extracción de minerales por el procedimiento tradicional.


Según el organismo dependiente de la ONU la RAEE (Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos) en el continente africano existen vertederos no controlados, desgraciadamente, según todas las fuentes que investigan estos vertederos el 80 % son ilegales, allí se encuentra frigoríficos, congeladores, equipos de aire acondicionado, radiadores, electrodomésticos, equipos de informática y telecomunicaciones, aparatos electrónicos de consumo, televisores, monitores y pantallas, paneles fotovoltaicos de silicio o de teluro de cadmio, pilas y otros objetos de litio, lámparas LED.… la imagen de niños buscando los ‘tesoros’ ocultos entre la chatarra que los países ricos envían y que ya no sirven para ellos es el modo de vida que tienen. Desgraciadamente junto al oro, platino, paladio, cobre… que encuentran se enfrentan a todos los productos nocivos, e incluso algunos mortales, cómo el arsénico, azufre, litio, cadmio… muchos de los cuales aún la medicina no conoce lo que pueden afectar al ser humano, lo que sí conoce es que dejan huellas en su sangre, según demuestra una serie de estudios científicos publicado en 2017 por investigadores de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria de los emigrantes rescatados de las ‘pateras’.

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