Aranjuez, el capricho real!!!

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Palacio Real de Aranjuez, Madrid


El pasado domingo 10 de Junio se clausuró con gran éxito, la XXV edición de Música Antigua Aranjuez que como todas las primaveras convoca a melómanos y curiosos a disfrutar durante casi un mes de una amplísima recreación de las grandezas musicales y artísticas del pasado interpretadas por los mejores artistas del momento.


Para esta ocasión el programa comenzó con un paseo en barco por el Río Tajo, siguiendo el recorrido que en el siglo XVIII fuera el preferido de los monarcas Felipe V y Fernando VI y como no siguiendo las huellas del gran Farinelli alma indiscutible de aquellas jornadas fluviales. Al término de la navegación, se ofreció en la Capilla Real un concierto de la Accademia del Piacere, dirigida por el gran músico español de origen sirio-palestino Fahmi Alqhai y la inmejorable interpretación de la soprano también española Nuria Rial; con un merecido homenaje a los compositores Sebastian Durón (1660-1716) y José de Nebra (1702-1768) cuyas partituras evocaron y trajeron nuevamente al presente parte de la grandeza musical del pasado.


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Si repasamos un poco la historia nos encontramos que el rey Felipe V estaba aquejado de pena, y fue su médico quien le recomendó la música como terapia; preocupada por el estado de su esposo y el consecuente abandono de sus funciones de gobierno además de un estado de dejadez personal importante, Isabel de Farnesio esposa del monarca y conocedora del tremendo éxito que tenía Farinelli en Inglaterra, decide contratarlo para intentar sacar a su esposo de tan lamentable situación. El contrato que se le ofreció fue más que tentador y así el gran divo vino a España para alegrarle la vida al rey y tal fue el impacto que le causaron las interpretaciones del castrati que hasta tenía que cantarle por las noches para que pudiera conciliar el sueño. Felipe V estaba tan contento que ofreció a su salvador que le pidiese cualquier regalo que le apeteciera a lo que Farinelli respondió “Solo deseo que Vuestra Majestad se deje vestir y afeitar adecuadamente”.


Sin duda Carlo Broschi artísticamente apodado como Farinelli fue el más famoso de los castrados tan de moda por aquellos tiempos. La Iglesia había prohibido que las mujeres cantaran dentro de las iglesias “Mulier taceat in ecclesia” es decir mujer en silencio en la iglesia. Para la suplantación de las voces femeninas se comenzaron a utilizar “Los Falsetti” niños educados para cantar en tonos muy agudos pero que frecuentemente se les estropeaba la voz con el cambio de la adolescencia. Así fue como el mundo lírico encontró en la castración de los jóvenes la solución para que los varones conservaran su voz de soprano en la edad adulta. Esta práctica fue prohibida por la ley aunque la picaresca y la gran oportunidad para salir de la pobreza que representaba para una familia tener un hijo castrati, consiguieron saltarse la legalidad y bajo cualquier excusa médica se realizaban las mutilaciones con total impunidad; solo en Nápoles por esas fechas se contaban alrededor de 4000 niños castratis. Carlo que había sufrido una tremenda caída del caballo al recuperarse del accidente se encontró con que ya había sido castrado bajo prescripción médica y con el consentimiento de su hermano mayor.


Los castrati normalmente eran hombres obesos y de caderas redondeadas, en cambio Carlo tenía un porte elegante y aristocrático además de ser un hombre alto de gran belleza, magnético y totalmente alejado de la imagen del resto de los castrados. Debutó con 15 años y desde los inicios el éxito lo acompañó arrasando por toda Europa y consiguiendo gran fortuna por ello. Muchas señoras caían rendidas ante él y su fama de amante seguro, lo precedía ya que Carlo no era impotente sino solamente estéril. Fué en Londres donde una enloquecida seguidora pronunciara por primera vez “One God, one Farinelli!!!”, frase que se repetiría constantemente al finalizar sus actuaciones.


Farinelli llega a la corte española como criado personal solo para el rey y la reina, posición que le otorgaba muchos privilegios y casi una posición de intocable y gran poder sobre las decisiones del monarca. Bajo esta premisas en aquel Aranjuez que ya era un ecosistema lúdico para la realeza se desata toda la imaginación del mundo y deciden transformar aquel cauce tan tranquilo del Tajo en una de las más grandes atracciones reales, se draga el cauce, se construyen embarcaderos se trajeron marinos especialistas y así nació lo que se conoció como La Flota del Tajo. Una flota cuya única misión era transportar a toda la realeza acompañada por los músicos en tiempos estivales; se embarcaba al atardecer y se regresaba al embarcadero de Palacio después de unas tres horas ya de noche, el cauce se iluminaba con miles de antorchas que se iban encendiendo al paso de las naves. El diseño de estas Faluas fue responsabilidad de Farinelli y en ello volcó toda su imaginación, en total eran quince, cinco grandes, ocho botes de remo y dos más, una con forma de venado y otro de pavo real. 


Fernando VI y Bárbara de Braganza en los jardines de Aranjuez (1)


En La falúa  Real, solo iban los reyes y un reducidísimo séquito, la tripulación y ocho músicos y como no Carlos Farinelli, considerado familiar de Sus Majestades. En los momentos cumbres de la música y para no turbarlo, los remeros dejaban de remar y las naves eran remolcadas por otras barcas y así se aseguraba el silencio que el momento requería. Corría el año de 1.752 y estos paseos fluviales fueron muy admirados y vitoreados por los espectadores que se acercaban a los embarcaderos para verlos embarcar no solo a lo más granado de la época sino también para contemplar toda la parafernalia que implicaba aquellas navegaciones, impresionantes viandas, armas por si se realizaba alguna parada y echar unos tiros en fin toda la pompa real en acción y el momento de la salida se sellaba con una salva de artillería que asustaba a los pavos reales y camellos que por aquel entonces eran parte de la fauna palaciega. Los camellos (dromedarios) de Aranjuez eran famosos y los únicos en toda la península, se habían traído de Orán para la conservación de los jardines de Palacio ya que sus pisadas apenas dañaban suelos y césped y mantenían a raya el verde de los jardines, otra de las curiosidades que formaban parte del paisaje de aquel Aranjuez tan lúdico como grandioso.


Faluas


Tras la muerte del rey, Farinelli continuó al servicio de Fernando VI, nuevo rey y que sufría de la misma melancolía crónica que su padre y de su esposa Bárbara de Braganza nueva reina y gran melómana, tanto es así de el monarca concedió al divo el título de Caballero de la Orden de Calatrava solo reservado para los más grandes, cuestión que gestó ciertos recelos. Al fallecimiento de Fernando VI, sube al trono Carlos III hermanastro del anterior rey y con su famosa frase “ no me gustan los capones más que en la mesa” despidió a Farinelli después de 25 años de servicio a la corte quien regresa a Italia donde aún seguía siendo muy recordado.


En el Aranjuez del presente ya no quedan dromedarios rumiando bucólicos con sus cadenciosos andares por los jardines de Palacio, ni exuberantes Faluas atracadas en el embarcadero, pero con estos Festivales el Aranjuez moderno rinde pleitesía a su pasado y abre sus jardines, Palacios, cauces, Museos, Iglesias, plazas y todo este impresionante patrimonio artístico cultural a disposición del visitante, invitando a los más grandes artistas del hoy a remover ecos, desempolvar partituras é intentar recrear parte de la esencia de ese pasado de grandiosidad y como no excesos que forman parte del ADN de esta espléndida ciudad llena de rincones, recuerdos y secretos por descubrir. 


  • Aranjuez invita a vivir esta experiencia que se repite cada primavera a todos los viajeros que se animen a pisarla y disfrutarla.


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