Del Rif Marroquí a la Patagonia Argentina. Destino final España

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La historia que nos relata Liliana es parte de la vida de tres generaciones de Rodríguez que estuvieron vertebradas por un símbolo, un trozo de tela que los acompañó a lo largo y ancho del planeta, que fue testigo de guerras, desarraigos e injusticias pero también testimonio de alegrías, reencuentros y logros conseguidos


  • Este, es el relato de una bandera española de Mochila o Percha, que escoltó los rumbos de esta familia gallega en la búsqueda de una mejor oportunidad de vida.


     El abuelo César Rodríguez Pardo, como en casi todas las familias del norte de España, respondía mejor a su mote que a su apellido, allá por Ourense en la aldea de la Bugariña “Los Candongos”; eran conocidos por ser alegres y divertidos además de por ser los panaderos de la comarca. César El Candongo, era el mayor de siete hermanos y se correspondía en su forma de ser y vivir perfectamente con su mote.


      Pero todo cambia cuando en 1921 con apenas 20 años, las necesidades del Ejército Español deciden reclutar masivamente hombres jóvenes y fuertes en la zona para transformarlos en soldados. Las posesiones españolas del norte de África habían estallado en guerra y así el panadero transformado en cabo Rodríguez llega al Batallón de Cazadores en la ciudad de Melilla donde le entregaron junto con su mísero equipo la bandera de mochila o percha que le serviría para marcar siempre su posición, elevar la moral y en caso de muerte como mortaja.


       En esos tiempos … la firma del Tratado de Fez con Francia que concedía la soberanía del norte de Marruecos a España desata las iras de Abdelkrim, un poderoso líder del Rif marroquí, conocedor de las estrategias y pensamiento español por haber trabajado  anteriormente para ellos como funcionario. España contaba con un ejército desabastecido, mal armado y con soldados campesinos apenas entrenados y desmoralizados, en cambio el líder rifeño tenía hombres altamente motivados y dispuestos a todo por conservar su territorio independiente.


    En 1921 las tropas españolas sufren su peor derrota conocida como el desastre de Annual, donde el líder rifeño creyó haber conseguido la independencia de la República del Rif. Finalmente terminaría rindiéndose y el sueño de un Rif libre se diluyó para siempre. En esta guerra destacó y se catapultó la carrera militar de otro joven gallego Francisco Franco que llegó a ser General a los 33 años. Las muertes se contaron por decenas de miles y para nuestro cabo Rodríguez la pesadilla, el hambre, la malaria y demás calamidades se terminan cuando en 1925 regresa a Galicia vivo y con la bandera que lo había acompañado en todo momento. Allí lo estaba esperando Perfecta González la novia que él había dejado al irse y que se mantuvo fiel a su promesa esperándolo. La boda se celebró inmediatamente.


El 18 de Junio de 1927 nace el segundo protagonista de esta historia César Rodríguez González, el alumbramiento sucede en la casa familiar de la aldea Soutelo parroquia de San Benito de Rabiño (Ourense).


      En Julio del mismo año César Rodríguez padre, embarca con destino a Argentina en busca de un futuro mejor para su familia. Solos en la aldea quedan Perfecta y su hijo César de un mes de vida. La cartas desde allí hablan de la tremenda soledad de César padre en Buenos Aires al estar lejos de su familia y Perfecta decide no dejar solo a su marido en esta empresa de abrir un nuevo camino al otro lado del charco. César hijo, con apenas un año, queda en la aldea al cuidado de su abuela Dolores y Perfecta marcha al encuentro de su esposo.


     Es la abuela Dolores quien mantiene fresca en la infancia de César hijo la figura de sus padres. Es ella quien le cuenta las historias de la familia y de la guerra en la que participó su padre mientras le enseña la bandera que también había quedado junto al niño en la aldea como su custodia. Periódicamente Dolores llevaba a su nieto a una aldea cercana donde vivía una mujer pelirroja como su madre, y le recordaba “este será el color de pelo que tendrás que buscar cuando te llegue el momento, así lo tiene tu madre”.


     Al borde de los 12 años recién terminada la Guerra Civil, con aquel joven General gallego transformado en Generalísimo Franco, es cuando llega el tan ansiado pasaje del reencuentro, César hijo debe viajar a Barcelona para embarcar en el buque Vulcania que procedía de Génova.


     El 4 de Mayo de 1939 César hijo solo, embarcaba rumbo a Buenos Aires, con pantalones largos, una valija de cartón y la bandera que debería blandearla de popa a proa para que sus padres pudieran identificarlo al llegar a puerto. Por aquel entonces las fotografías no abundaban y el niño sabía que su padre era muy moreno y su madre pelirroja y poco más.


     Casi 20 días duró el trayecto y el entusiasmo se desató al llegar. El puerto de Buenos Aires estaba lleno y César agitó la bandera todo lo que pudo entre la multitud que poco a poco se disipaba y allí no había ninguna pelirroja acompañada de un moreno esperándolo. Desesperado, su primera intención fue esconderse en el barco para volver de polizón a España, pero el capitán que sabía de su existencia lo descubrió y lo entregó a las autoridades argentinas. El Hotel de los Inmigrantes era el lugar indicado para casos como este y allí permaneció siempre con el salvoconducto de la bandera a mano para que lo identificasen si llegaba el caso y llorando sin consuelo lejos de la cálida austeridad de la casa de la abuela, sus mimos y la música de los bolillos que siempre la traían entretenida.


     Tres días después llega a la casa de César padre y Perfecta en Buenos Aires, la carta que avisaba de la llegada del niño (tres días atrás). Salen desesperados hacia el puerto y allí se produce el reencuentro. Ya no se separarían nunca más.


    La traumática experiencia de César hijo lo transformó en un hombre fuerte y con las ideas claras. Seis años después de su llegada a Buenos Aires comenzaba sus estudios como alumno regular en la Universidad de Buenos Aires en la carrera de Farmacia y Bioquímica. Fue un alumno aventajado y supo aprovechar las oportunidades que se presentaban. Después de tantos sufrimientos aprendió que no se podía perder el tiempo. Agradecido amó siempre a la Argentina y pareció un porteño más. Allí se casó, tuvo dos hijos un varón y una chica que es Liliana nuestra relatora, mujer comprometida, politóloga de profesión, escritora, con una mochila de vida llena de todo (bueno y malo), madre, abuela recolectora y amadora de perros y digna receptora de su linaje celta, orgullosa de su genética y temperamento gallego y sin dudarlo, argentina de por vida.


Junto a su tercer esposo encontró el amor definitivo Angel Accinelli, también padre, abuelo, catedrático y fabricante de cerveza artesanal en los ratos libres.


     Juntos buscaron vivir el resto que les quedaba en un nuevo entorno, solo que esta vez no hizo falta barco ninguno, La Patagonia se ofrecía como un destino perfecto para románticos, pioneros de mente o urbanitas de campo. El lugar San Martín de los Andes, alejados del centro del pueblo, arriba de la montaña rodeados de bosque nativo conviven con su traviesa manada de canes, las fotos de hijos y nietos, la música del piano, infinidad de libros, los barriles de cerveza, los blogueros seguidores de Liliana y la bandera del abuelo César.


Bandera


     Hasta que Liliana y Ángel en un acto de coherencia y conocedores de que esta noble insignia que los acompañó durante tres generaciones ya había cumplido sobradamente con su cometido, decidieron devolverla a su origen, a la cuidadosa tranquilidad y respeto del Museo del Ejército de Toledo. 


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En un afectuoso acto el pasado 24 de Enero del 2017


Después de 96 años acompañando a los Rodríguez, la bandera de mochila del abuelo César, testigo de tantos avatares y paño de lágrimas de esta saga familiar que desafió a la adversidad, encontró el sitio de privilegio que cierra un recorrido histórico y emocional, referente de tantos otros combatientes españoles.


La emotiva entrega la realizó Liliana al Coronel Pérez García en Toledo, que en representación de la institución comprendió el tremendo valor sentimental que tenía la bandera para los donantes, lo agradeció y completó el acto recordando la historia de aquella sangrienta guerra y el significado castrense de la noble insignia.


La bandera del abuelo César, o bisabuelo o tatarabuelo según quien lo diga, queda como testimonio de una historia del pasado en una vitrina recordando a los visitantes la historia oficial. La otra historia, la de los Rodríguez, está invisible, secretamente impregnada en cada fibra de la insignia.


Seguramente los hoy ausentes de esta historia, estarán contentos con el final. La vida continúa, ¡Todo vuelve a comenzar!



     El pasado día 26 de Enero después de haber leído esta historia publicada en el diario El País en un artículo del periodista Manuel Morales Ruiz, la Embajada de la República Argentina en Madrid toma conocimiento de la historia, se interesa y contacta telefónicamente con Liliana Rodríguez para manifestarle el deseo del Embajador Federico Ramón Puerta de recibirla y poder conocer el relato de primera mano, es decir contada por ella misma. El Embajador y el matrimonio Rodríguez-Accinelli empatizaron rápidamente y se resaltó el valor de la historia de esta familia como ejemplo de tantas otras no contadas, que habrán sufrido muchos de los inmigrantes que llegaban a la Argentina desde lejanos lugares a construir una nueva vida y un país, ¡El nuestro!. 


     Durante la visita nos contó Liliana se sintieron como en casa, y compartieron charla, café y mate cocido en uno de los salones de la residencia del Embajador tanto con él como con algunos de los funcionarios allí presentes, un acercamiento no buscado entre la institución y los protagonistas que anónimamente y solo movidos por la coherencia, efectuaron este viaje de restitución del emblema que consideraron ya nos les correspondía y debían devolverlo. Agradecieron el interés de los integrantes de la Embajada por esta historia de su familia que no genera ningún tipo de réditos, es humana sin más. 


     Contentos y agradecidos, Liliana y Ángel regresan para Argentina sin la bandera de mochila pero con la mochila cargada de satisfacciones. Tanto España como Argentina a través de su representante, los recibieron con los brazos abiertos y sin haberse ido aún, ya tienen ganas de volver. Eso sí, solo de visita.


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