Resulta obligado repensar el modelo territorial vigente, en el supuesto de aceptar la existencia de tal cosa, más allá de la mera organización administrativa del espacio geográfico que acostumbra a ser habitual en cualquier Estado que se precie. Cuando menos se requiere enmendar la manera de aproximarnos al mundo rural, revisar la forma de interpretar su compleja heterogeneidad y, por supuesto, convenir el incuestionable protagonismo que tendremos que otorgarle a ese hábitat, si de verdad pretendemos encarar con determinación y solvencia un futuro que se adivina incierto, por no decir descorazonador. Porque supone un ejercicio de manifiesta irresponsabilidad continuar con el persistente proceso de despoblación, perdida de actividad productiva, vaciado territorial, envejecimiento demográfico y degradación y abandono del medio que azota a las áreas rurales. Una licencia que no podemos permitirnos por más tiempo, so pena de adentrarnos en una deriva de irreversibles y negativas consecuencias, cuando a buen seguro existe la posibilidad de corregir las deficiencias del modelo territorial en curso.
Tengo que reconocer sin rubor que mientras escuchaba el relato de los ponentes del Encuentro mi mente viajaba a otro tiempo y lugar. Rememoraba algunas lecturas relativamente recientes sobre el Balneario de Mondariz y como la familia Peinador supo conjugar hace más de un siglo una iniciativa privada de carácter empresarial con un ejercicio de transformación del medio rural de clara vocación comunitaria.
Esta última consideración resume, desde mi óptica personal, las aportaciones del Encuentro en el Campus celebrado el pasado viernes en la Facultad de Empresariales y Turismo de Ourense, en el cual Juan Picos, Amalia Gallego, Duvi González y Ramón Justo abordaron el presente y futuro del mundo rural. Cuatro visiones complementarias, procedentes de ámbitos profesionales diferenciados (forestal, termal, vitivinícola y ganadero) que permitieron al público concurrente al acto esclarecer la problemática que padecen las áreas espacialmente preponderantes en nuestro territorio, al tiempo que los contertulios contribuían a identificar posibles vías de solución.
En tal sentido, el mundo rural se adivina como un todo diverso, en el cual tienen cabida múltiples y variadas formas de aprovechamiento de los recursos disponibles, y cuyo desarrollo requiere adoptar un enfoque metodológico que permita compatibilizar las diferentes actividades productivas, la preservación del medio y el bienestar presente y futuro de sus habitantes.
"...Mondariz vivió durante las cinco décadas precedentes a la Guerra Civil un permanente proceso de reinvención, guiado por la aspiración de sus promotores de consolidar el enclave como estación termal de referencia internacional, al tiempo que la experiencia animaba el cambio económico y social en su entorno inmediato."
Tengo que reconocer sin rubor que mientras escuchaba el relato de los ponentes del Encuentro mi mente viajaba a otro tiempo y lugar.
Rememoraba algunas lecturas relativamente recientes sobre el Balneario de Mondariz y como la familia Peinador supo conjugar hace más de un siglo una iniciativa privada de carácter empresarial con un ejercicio de transformación del medio rural de clara vocación comunitaria.
Fuente de A Gándara, manantial de aguas mineromedicinales localizado en Mondariz-Balneario, (foto: Antón Alonso)
Sin ningún género de dudas, Mondariz vivió durante las cinco décadas precedentes a la Guerra Civil un permanente proceso de reinvención, guiado por la aspiración de sus promotores de consolidar el enclave como estación termal de referencia internacional, al tiempo que la experiencia animaba el cambio económico y social en su entorno inmediato. A tal efecto, y siguiendo las tendencias de la época, el Gran Hotel allí construido concentró un amplio abanico de dependencias relacionadas con los servicios convencionales de hospedaje, restauración y ocio, pero también con las prácticas hidroterápicas habituales en un balneario. Dotaciones a su vez complementadas con instalaciones deportivas y recreativas, ubicadas en el parque contiguo, y con equipamientos de carácter agropecuario (huerta e invernadero) y talleres destinados a la generación de energía, que contribuían a la autosuficiencia del complejo.
En línea con esta última aspiración, la propiedad balnearia adquiriría una importante extensión de terreno en el próximo lugar de Sanmil e instalaría una granja agraria que, aparte de proveer de ganado, productos lácteos, fruta y flores, ejercería como centro de capacitación de los campesinos del contorno. Un escenario que con el tiempo incorporaría actividades de esparcimiento, como un coto de caza y pesca, y equipamientos culturales de la envergadura de un museo etnográfico y arqueológico, primer espacio de esta naturaleza en Galicia. Huelga recordar que la mala fortuna, en buena medida disfrazada de incendio, truncó el sueño original de la familia Peinador y de Mondariz-Balneario. ¿Estará sucediendo lo mismo con el mundo rural?
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