No es un evento cualquiera; es una liturgia gastronómica, un tributo a la tierra, al fuego lento y a la maestría de los asadores que elevan el cordero lechal —joven, tierno, de apenas doce semanas y alimentado únicamente a base de leche— a la categoría de obra maestra. La Asociación de Hosteleros de Aranda y la Ribera (ASOHAR) vuelve a convocar a los paladares más exigentes en sus establecimientos, que son desde hace tiempo verdaderos templos del asado, donde el ritual del horno de leña y el saber hacer ancestral se dan la mano.
Jornadas del lechazo, Foto_Miguel A_ Munoz Romero
El secreto de un buen lechazo asado reside en la paradoja: una preparación aparentemente sencilla —sal, agua y fuego— que exige, sin embargo, la precisión de un relojero. El resultado es una piel crujiente, dorada como el amanecer en la Ribera, que esconde una carne sedosa, casi etérea. Un contraste que ha seducido a generaciones y que este junio volverá a coronar los menús, acompañado, naturalmente, de los vinos con D.O. Ribera del Duero, líquida poesía que danza en armonía con cada bocado.
Aunque el lechazo es el protagonista indiscutible, los asadores arandinos tejen una sinfonía de entrantes que rinden homenaje a la despensa castellana. Menús que acompañarán al codiciado lechazo, preparados con productos de la zona, siempre pensados para potenciar una experiencia de por sí sublime y sabrosa.
Veinticuatro ediciones consagran estas Jornadas como un hito en el calendario gastronómico de Aranda de Duero. No es solo una cita; es un legado. Un mes —junio, con sus tardes largas y su luz dorada— para perderse por las calles de Aranda de Duero, contagiarse de su vida animada, del vaivén de vecinos que transitan la vía charlando de forma despreocupada y tranquila, las tabernas, bares y asadores con gente entrando y saliendo. En definitiva, para compartir mesa bajo el rumor de las conversaciones animadas y dejar que el momento sea inolvidable.
Así que, tomad nota: reservad mesa, preparad el espíritu y dejaos llevar. El lechazo asado, en su punto justo, os espera. Porque, como diría Brillat-Savarin, "el descubrimiento de un nuevo manjar es más feliz para la humanidad que el descubrimiento de una estrella". Y Aranda Duero, en junio, brilla con luz propia.
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