Cuando hace algo más de una década trataba de explicar la propuesta termal de Ourense a quienes mostraban interés por la cuestión, solía salir del trance haciendo gala de que el nuestro era un modelo singular, fundamentado en una extraordinaria riqueza hídrica, pero identificado con la costumbre ciudadana de disfrutar sin mayores cortapisas de las surgencias que afloraban caprichosamente en el cauce y proximidades del rio Miño. Por tanto, me aventuraba por aquel entonces a calificar nuestro termalismo de popular, lúdico, al aire libre y con vocación medioambiental, esto último con la sana intención de regalarle un guiño a la madre naturaleza que con tanta generosidad nos había agraciado.
Fue en el contexto temporal mencionado cuando desde el Ayuntamiento de Ourense se dieron los primeros pasos en la conformación de las dotaciones termales hoy disponibles, la Universidad de Vigo profundizó en las actividades de formación e I+D+i relacionadas con la cuestión, sentando las bases del futuro Campus Agua, y Expourense apostó por su internacionalización a través de Termatalia. No obstante, desde un primer momento, la orientación y concreciones del modelo se adivinaban mejorables y de ahí que la corporación municipal optase por la elaboración de un Plan Estratégico Termal, que sería aprobado por unanimidad en el 2007, con la pretensión de reforzar, ampliar y diversificar la propuesta instaurada con anterioridad.
Los ciudadanos estén experimentando un justificado hartazgo por falta de resultados tangibles que permitan calificar Ourense como ciudad termal y destino turístico internacional
Pero los escenarios cambian, como hemos podido comprobar hace tan solo unas semanas, con la celebración de la 22 edición de Termatalia y del V Congreso Internacional del Agua, respectivamente, en Expourense y en el Campus Universitario. Y, sin ánimo de hacer balance, ni de desmerecer el mayúsculo y acreditado esfuerzo realizado por los organizadores de ambos eventos, percibo un cierto distanciamiento, cuando no desencanto y renuncia, de buena parte de la sociedad local al respecto de la cuestión termal. Tal vez todo resulte ser una crisis de identidad pasajera, pero me temo muy a mi pesar que los ciudadanos estén experimentando un justificado hartazgo ante la falta de resultados tangibles que efectivamente permitan calificar Ourense como ciudad termal y destino turístico de proyección internacional.
No podemos seguir esperando otros veinte años más por la providencia divina o por benefactores externos para solucionar los problemas domésticos que somos incapaces de resolver
El termalismo es una apuesta ganadora, si se sabe concretar y administrar, como acredita la experiencia internacional. Y, en tal sentido, requiere paciencia, criterio, compromiso y un esfuerzo colectivo continuado que transcienda la inmediatez y el cortoplacismo de quienes persiguen réditos apresurados. Ahora bien, no podemos seguir esperando otros veinte años más por la providencia divina o por benefactores externos que se avengan a solucionar los problemas domésticos que somos incapaces de resolver. Llegó la hora de la verdad, el momento de la iniciativa local y de que cada uno asuma, en el ámbito que le ocupa, la cuota de responsabilidad que le corresponda. Aunque, bien pensado, tal vez la cuestión termal tan solo sea una parábola figurada de asuntos más transcendentes y de mayor calado terrenal.
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