En la parte occidental del oeste extremeño se encuentra Zarza la Mayor, pueblo rayano en el que se mezclan tradición, cultura, literatura, gastronomía y arte. Convivencia de una historia hispano-lusa en la que sus gentes, lejos de preocuparse por fronteras, han sabido convivir desde los tiempos en los que el único medio de supervivencia era el contrabando de café, toallas, y cuantos útiles fueran necesarios. Mezcla de raíces y culturas.
Panorámica de Zarza la Mayor, desde el Mirador del Castillo
El término “Rayano” hace referencia a aquellos pueblos situados a ambos lados de la frontera de España y Portugal. “A Raia”, como se denomina en portugués y en gallego, cuenta con 1292 kilómetros de distancia.
Y, como las mejores investigaciones son las que se realizan a pie de campo, decidí visitarlo.
Zarza la Mayor es una localidad situada a 90 kilómetros de Cáceres y a menos de 4 kilómetros, en línea recta, de Portugal. El término municipal cuenta con 167,8 kilómetros cuadrados y al oeste se sitúa la frontera natural de rio Erjas. A su vez por el Este, está rodeada por el rio Alagón. Al norte linda con la maravillosa Sierra de Gata y al sur, con la no menos exquisita, Alcántara.
Entré por la zona fronteriza con Portugal, concretamente con Salvaterra do Extremo. Un pequeño puente de obra separa ambos pueblos, ambos países. La ribera bajaba caudalosa y en calma y allí me vi, en mitad de un paraje natural digno de todo. Rodeada de verde, agua y cielo azul. Con la curiosidad de que tan solo diez pasos separaban un país de otro. Aún no hacía un calor veraniego, pero no pude contener las ganas de refrescarme en esas aguas del rio Erjas.
Levanté la vista e imponente me encontré con el Castillo de Peñafiel, fortaleza que corona esas tierras, en ruinas, pero a la que aún hoy se puede llegar dando un agradable paseo.
Castillo d
Cuenta la leyenda que este fortificación fue construida por la joven mora Rachel que lo construyó sobre la piedra más alta para encerrarse a estudiar cómo podía liberar a su amado Leafar, prisionero de una temible hechicera. Liberado, Lafaer fue a buscar a su amada preguntando a todo el que se encontraba: “¿Dónde está Rachel?” y la única respuesta que recibía era: “Racha, Rachel, no sabemos quién es”. Desconsolado, decidió atravesar un bosque de zarzas y ahí, no lejos, se encontró a la hermosa Rachel, sentada sobre una peña. (Leyenda extraída del libro de Rafael Alarcón, “La otra España del Temple”, Ed. Martínez Roca)
Ribera
Desde la ribera, a tan solo unos kilómetros, nos adentramos ya en el centro del pueblo. El camino está perfectamente cuidado y el paseo es muy agradable. Antes de entrar en la Plaza Mayor, y siguiendo la propia ruta del contrabando, nos encontramos con la fuente La Conceja.
La fuente “La Conceja” es una construcción datada en el último tercio del S.XIV, declarada bien de interés cultural en la categoría de Monumentos, destaca por su arco apuntado y sus sillares de granito.
Fuente La Conceja. Zarza la Mayor
Y la Plaza Mayor te recibe. Imponente como conjunto arquitectónico en el que se juntan su ayuntamiento, la iglesia de San Andrés y la Casa de la Encomienda (antigua Real Fábrica de Seda). Mirase donde mirase, estaba rodeada de arte. Distintos estilos arquitectónicos, distintos elementos y distintas épocas conviven en la paz absoluta que da la Plaza Mayor.
Iglesia de San Andrés, (Foto: de Juan José Lucía Egido)
Algo cansada y con mi estómago haciéndose notar, me dispuse a investigar sobre la gastronomía típica. Como he dicho, e incluso viniendo ya algo informada, las mejores investigaciones son las que se hacen a pie de campo.
Prueba de cerdo, chanfaina, migas y arroz con liebre son algunos de los platos principales de este pueblo rayano. Y, por supuesto, una gastronomía tan exquisita no puede estar exenta de postres: cazuela, repápalos, dulces caseros.
Tampoco faltan los buenos caldos de la tierra, tales como los vinos de la Denominación de Origen Ribera del Guadiana o los no menos exquisitos de la zona de Tierra de Barros, maridajes perfectos. Destacan también, por su cercanía con Zarza la Mayor, los vinos elaborados en la cercana zona de Sierra de Gata. Es una tierra rica en uva y, por ello, muchos de sus habitantes elaboran sus propios caldos exclusivamente para consumo propio.
Antes de continuar mi ruta no perdoné un café, porque allí, quizás por su cercanía con Portugal, el café sí es café. Y eso no es fácil de conseguir.
Siendo ya las tardes de cierta extensión, y como aún no habíamos entrado en el verano, soplaba un agradable viento que invitaba a seguir descubriendo. Recorrí sus calles, me impresionó la arquitectura, tan sencilla como exquisita, de sus iglesias: San Bartolomé, San Juan, la ermita del Castillo que mira frente a frente al monumento El Calvario. Pero aquí no acababan sus construcciones religiosas y tan bien conservadas, por lo que, cargada de la energía que aporta su gastronomía, decidí dar un paseo hacia la ermita de Nuestra Señora de Sequeros, patrona del pueblo. Paseo rodeado de verde, de olor a campo de verdad y, al final, una explanada que invita al reposo, al descanso, a parar. Y, allí, levantas la vista y te encuentras con otra de las riquezas de Zarza la Mayor: el Canchal Zorrero.
Explanada de Sequeros
Volví caminando muy tranquilamente. Me dejé seducir por sus gentes y la hospitalidad de estos. Ese acento tan castúo que, sin duda, me trasladó a obras de tan ilustres extremeños como Luis Chamizo y su “Miajón de los Castúos” o Gabriel y Galán y sus letras castúas. Estamos en tierras de Luis Landero, Inma Chacón, Sánchez Adalid. Amplísima literatura la que guarda esta zona.
Y, siguiendo con la literatura de la tierra, me impresionó saber el importante aporte literario que han llevado a cabo autores y autoras locales que, de forma tan certera como apasionada, han escrito a su pueblo, dejando un legado digno de admirar y de agradecer.
Títulos que van a viajar conmigo para seguir descubriendo, desde la tranquilidad que da la lectura, las maravillas de este pequeño pueblo rayano, que tanta literatura inspira.
Gracias a sus gentes descubrí también sus festividades locales. Ferias, San Juan, San Cristóbal, Romería de Nuestra Señora de Sequeros, Matanza Popular. Pero si hubo una que me llamó poderosamente la atención fue la festividad del Domingo de Tiros. Según me contaron, se produce el encuentro entre la virgen del Castillo y Nuestro Señor Resucitado en la plazuela del pueblo, la mayoría de las personas que acuden van vestidas con el traje regional, ellas de labradoras y ellos de extremeños. Entre el estruendo de los tiros y el alboroto de la charanga se celebra este día, el día más grande para los zarceños, por el que están luchando para que lo declaren como Fiesta de Interés Turístico.
Trajes regionales, Domingo de Tiros
El día iba llegando a su fin y, antes de retirarme a descansar, decidí sentarme al frescor nocturno con las vecinas. “Sentarse al fresco”, costumbre antiquísima y que lamentablemente se va perdiendo, pero aún hay resistencia en algunos puntos de nuestra geografía. Con las vecinas aprendí que Zarza la Mayor es un pueblo de gentes valientes, luchadoras, cargadas de dignidad.
Recibe el nombre de la Zarza por la planta espinosa homónima. Es durante el reinado de Felipe IV cuando se le otorga el apellido de “La Mayor” y posteriormente, Felipe V le concede el título de la “Muy leal”, reconocimientos al heroísmo de sus gentes.
Zarza fue quemada hasta en cuatro ocasiones: principios del S. XV, 1644, 1665 y 1705. Logró renacer, reponerse también de las continuas guerras que obligaban al exilio a los vecinos y remontar a partir de 1749 con la construcción y puesta en marcha de la Real Fábrica de Seda.
Tras este agradable rato decidí retirarme a descansar, pues aún me quedaba mucho por explorar y probar. Dedicaría el día siguiente a pasear sus parajes naturales, que no son pocos. Visitaría la Laguna Nueva, el Montón de Trigo, la Laguna del Moro, Canchos de Ramiro y la Biosfera del Tajo Internacional.
Laguna Nueva
Y, por supuesto, probaría sus repápalos, porque yo no me iba a ir de Zarza la Mayor sin disfrutar de sus repápalos.
Repápalos: Manipulamos la miga del pan de forma que nos quede lo más fina posible y le añadimos a los huevos que, previamente, debemos batir. Damos forma de bolita un poquito alargada. En una sartén ponemos el aceite y, una vez que esta esté bien caliente, freímos la miga. A continuación, ponemos leche a hervir con azúcar al gusto y añadimos los repápalos. Los dejamos hervir un rato pequeño y tendríamos listos nuestros repápalos.
Tumbada en mi cama, descansando y repasando mi día, supe que visitar Zarza la Mayor, pueblo rayano, había sido una decisión más que acertada. Patrimonio, historia, naturaleza, gastronomía, literatura local se dan la mano en este pueblo.
Autora: Julia Borrero Iglesias
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