​¿Decadencia europea?

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      Cuarenta y cuatro días después de su toma de posesión como primera ministra británica, observamos atónitos la dimisión forzada de Lizz Truss, después que Laboristas, mercados financieros y su propio partido Conservador, se encontrasen de acuerdo en que debía irse del poder lo más pronto posible.


       La inestabilidad político-económica del Reino Unido desde que abandonaron la Unión Europea no es superior a la de Italia. Esta última, tiene un 152% de deuda respecto al P.I.B anual, frente al 118% británico, 67% alemán, 112% francés y 116% español. Asimismo, 6 presidentes del Consejo de Ministros en 9 años y el primer gobierno ultraderechista desde el dictador asesino Mussolini, no invitan al optimismo. Uno se asusta, cuando un Berlusconi de 86 años y aliado de Meloni, fanfarronea de su amistad con Putin, echándole la culpa de la guerra a Zelensky. Menos mal que la dirigente neofascista desde los 15 años, ha reiterado verbalmente su apoyo a la Unión Europea y a la O.T.A.N. ¿Será real o aparente?.


      Poco a poco, nos damos cuenta que nuestro creciente estado de bienestar europeo con altibajos desde la década de los 60, corre un serio peligro debido a que los fundamentos de dicho crecimiento cada vez han ido necesitando más y más de otros países. Si nos fijamos en Estados Unidos y en China, ellos mantienen una sólida capacidad de generar y exportar materia prima, industria o tecnología por todo el mundo. Rusia, que casi triplica en población a Italia, tiene un P.I.B inferior al de esta nación. Sin embargo, su extenso territorio y autosuficiencia productiva con posibilidades de exportación a otros países no europeos, le facilita aguantar las asechanzas de la difícil situación actual en la que se encuentra.


   La Unión Europea, con el paso de los años, ha ido aumentando su dependencia de las materias primas y piezas tecnológicas de otras naciones. El problema del gas ruso, evidencia la fragilidad de nuestra economía y una defensa militar muy supeditada a Estados Unidos. Las consecuencias de la invasión rusa, deberían provocar que los líderes europeos se “pusieran las pilas”. El futuro gaseoducto marino entre Barcelona y Marsella, acordado por Francia, España y Portugal, así como,  el escudo antimisiles Sky Shield acordado por 15 países europeos, son interesantes indicios de que estamos empezando a reaccionar en la dirección correcta.   

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