​La España del ¡Agua va!

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    Desde la antigüedad España, como el resto de Europa, ha sufrido y sigue sufriendo fuertes sequías alternadas con épocas de grandes precipitaciones y fríos intensos, hechos que afectan a las edificaciones, al resto de infraestructuras, a las cosechas, al abastecimiento de agua y la alimentación.


          Este hecho fue conocido por los romanos, que observaron que al contrario de lo que ocurría en Roma y en el resto de la península itálica, en Hispania el clima era más seco e irregular. Por esa razón recurrieron a la construcción de grandes presas que aseguraran la disponibilidad de agua a lo largo de todo el año.


          De la época romana, en la península ibérica se han encontrado 73 presas y azudes (presas que desvían todo o una parte del flujo de un río de su curso natural). De todas ellas, actualmente hay tres en uso: Almonacid de la Cuba, en Zaragoza. Con sus 34 metros de altura es la presa romana más alta de la península. Proserpina, en Mérida. Con una altura de 21,6 metros abastecía a la ciudad a través del impresionante acueducto Milagros. En la actualidad su embalse es una área recreativa de la ciudad y Cornalvo, en Mérida. Con una altura de 20,8 metros que abastecía a la ciudad a través del acueducto Aqua Augusta. Aún hoy abastece a varios núcleos urbanos cercanos a Mérida.


          De esa misma época  son las Médulas que fue la mayor explotación minera romana. Y como para extraer los minerales era necesario el uso de agua, los romanos construyeron, una red de canales de más de 600 kilómetros que suministraba agua al yacimiento de forma ininterrumpida. Y esta red fue el primer gran trasvase de aguas entre dos cuencas (Duero-Sil) en la historia de la península.


         Otra obra de la época romana a tener en cuenta, en este caso en Francia, son los grandes molinos que construyeron en Barbegal, en el siglo IV, con 16 ruedas consecutivas de casi 3 metros de diámetro que se movían con el paso del agua y hacían girar las grandes piedras con las que podían moler hasta 3 toneladas de trigo por hora.


          La realidad de los hechos es que, aún existiendo tecnología y conocimientos suficientes para la construcción de este tipo de presas, derivaciones e infraestructuras generadoras de energía en aquellos tiempos, tuvieron que pasar muchos siglos hasta que en España se volvieran a construir presas semejantes a las levantadas por los romanos. Construcciones que han cesado hace muchos años


          En el momento presente, la situación de alternancia de intensa pluviosidad y fuertes sequías continúa siendo prácticamente la misma. Así vemos como se producen grandes riadas con los consiguientes perjuicios para las poblaciones y las infraestructuras.


          Un adecuado sistema de presas, serviría para almacenar agua en cantidad suficiente para las épocas de sequía. Al mismo tiempo, las presas y embalses, son el medio más económico para almacenar energía para la producción de electricidad y además los embalses forman humedales que mejoran las condiciones de zonas áridas y permiten estabilizar las temperaturas de la zona.


          Por otro lado, las presas combinadas adecuadamente con azudes, para desviar o trasvasar las avenidas de agua en épocas de lluvias torrenciales que no puedan contener las presas, servirían para evitar o mitigar las inundaciones. Esas lluvias torrenciales provocan unos daños a todos los sectores económicos que suponen una media anual de 800 millones de euros. Con esas infraestructuras, se consiguen al menos dos finalidades: evitar los daños y aprovechar para almacenar agua que es un elemento de suministro y de generación tan necesario.


          Sin embargo, frente a esto siguiendo la Directiva 2007/60/CE, la solución adoptada frente a las inundaciones, ha sido el Real Decreto 903/2010, de 9 de julio, de evaluación y gestión de riesgos de inundación. Ese Decreto dice sigue la Directiva porque viene a generar nuevos instrumentos a nivel comunitario para reducir  las posibles consecuencias de las inundaciones mediante la gestión del riesgo, apoyada en cartografía de peligrosidad y de riesgo. Y así se dice que: “Este real decreto tiene como principales objetivos obtener un adecuado conocimiento  y evaluación de los riesgos asociados a las inundaciones y lograr una actuación coordinada de todas las administraciones públicas y la sociedad para reducir las consecuencias  negativas de las inundaciones”. Si se lee la norma, en ellla se habla de evaluación, planes, mapas de gestión del riesgo y de coordinación.


          Del anterior Real Decreto quiero destacar la siguiente mención entre los principios rectores y objetivos: “potenciando las medidas de tipo no estructural contra las inundaciones”. Y la pregunta que me hago es ¿como se pueden alcanzar los objetivos de evaluación y gestión de riesgos, sino es precisamente con medidas de tipo estructural?. En fin, se echa en falta una adecuada planificación hidrológica que, contenga, desvíe en su caso, aproveche y almacene ese potencial hídrico que se desperdicia con las lluvias torrenciales. Y, paremos ya la costumbre de ¡agua va! 

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