El valor de la palabra

|

Uxia 135

      Decía Adela Cortina que una política que prescinde de la ética es, sencillamente, mala política.  Una falta de responsabilidad que se ha ejemplificado en una jornada decisiva para los derechos de nuestros ciudadanos y ciudadanas,  donde el Congreso de los Diputados se ha convertido en un espectáculo, como si de una lucha de gladiadores en el Coliseo se tratase. La diferencia es que el mal final que aquí se jaleaba era el de los derechos laborales.


      Un acontecimiento maquillado por la convalidación del Real Decreto de la Reforma Laboral bajo error en la votación, algo más que habitual entre sus señorías,  que ha sido utilizado por el principal partido de la oposición para tapar algunas de sus vergüenzas.


     He aquí una serie de factores clave que se han ido desdibujando en toda esta esperpéntica historia. Empezando por un Partido Popular que se postula en el no a todo y se agita en un griterío sobre el que sobrevuela un denso aroma de puro “tamayazo”.  Una función a la que se unirán dos señorías de UPN, plenamente aplaudidos por la bancada de la derecha, cuando parecía que el Real Decreto había caído. Dos diputados que se tornan protagonistas por haber mentido y vapuleado una negociación de alta política hasta el último minuto y traicionado a su propio partido sin apenas despeinarse,  hecho que semeja pasar desapercibido tras un error informático, al que avocan a ser recurrido ante el  Tribunal Constitucional, principal eslabón de la derecha cuando no encuentran soporte argumental en sus filas.


    ¿Acaso estos son los gestores de la “res pública”? ¿Acaso este país se merece ser guiado por representantes de la crispación, el insulto y el enfrentamiento?

Cuando individuos sin ética ocupan cargos públicos son ellos quienes corrompen el poder que ejercen al hacer un uso indebido de él

      Pongo sobre la mesa mis dudas acerca de que haya existido un solo momento en el que, en esa especie de sobreactuación de baja altura política, estos representantes se hayan acordado de que allí se votaba reducir la precariedad y el desempleo, potenciar la contratación indefinida, establecer mecanismos para evitar despidos y potenciar el diálogo social. Ni un solo segundo en el que recuerden el articulado constitucional donde se afirma que los protagonistas de la vida política son los ciudadanos, no ellos. 


       ¿Acaso creemos que detrás del premeditado engaño existía preocupación por algo más que por ellos mismos? Cuando individuos sin ética ocupan cargos públicos son ellos quienes corrompen el poder que ejercen al hacer un uso indebido de él.


       No se deben permitir comportamientos deshonestos de ególatras de la erótica del poder que confunden democracia y vocación de servicio con decadencia moral.


      No podemos consentir que la insensatez de unos pocos juegue con un país, cuando hablamos de derechos, cuando hablamos de respetar la palabra donde el trasfondo no es el protagonismo de una foto en portada o un cargo en la próximas elecciones. Hablamos de vidas reales.


      Es muy grave que un país pueda acostumbrase a la política de la ignominia.  Así lo afirmaba Plutarco en su obra Vidas Paralelas: el hombre es la más cruel de todas las fieras, cuando a las pasiones se une el poder sin virtud “.


       Quizás el Karma, quizás la carambola, no sin arduo trabajo detrás, ha querido que ganen ellos y ellas. Que gane el pueblo.

Comentarios