VIII Jornadas de Juntas de Gobierno de la Abogacía Española

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       Estas Jornadas se titularon “Somos Abogacía”. El título elegido efectivamente es atrayente, pero no se ajusta a la realidad. Las Jornadas fueron convocadas por Victoria Ortega, la Presidenta del Consejo General de la Abogacía, que es profesora titular de Derecho Procesal y que, también ejerce de abogada. Por lo tanto, el título más acertado hubiese sido “También somos Abogacía”.


       No me consta la existencia de un lema para las Jornadas, pero pienso que debería haber sido “Todo por los abogados, pero sin los abogados”. Digo esto, porque las Jornadas las organizó el Consejo General convocando a las Juntas de Gobierno, es decir al oficialismo de la abogacía, grupos que poco o nada tienen que ver con el conjunto de la abogacía real.


            Hace ya tiempo que las Juntas de Gobierno de los Colegios de Abogados y el Consejo General, no aglutinan a los compañeros de profesión, ni dan respuesta a los problemas e inquietudes de la abogacía. No me consta como abogado ejerciente, que nos hubiesen preguntado sobre nuestras inquietudes para la realización de esas Jornadas. Desde luego la Decana de Ourense no lo hizo. Sin embargo, tienen el atrevimiento de erigirse en representantes de todo el colectivo, como si contasen con un poder general de disposición.


            Buena prueba de lo anterior es el tema que podemos mencionar como central de esas Jornadas y es el relativo al secreto profesional. La ponencia estaba compuesta por abogados que han defendido y defienden a autores de casos de corrupción. Obviamente su visión es parcial, como no puede ser de otro modo, en consecuencia, faltó pluralidad de criterio.


            Precisamente con relación al secreto profesional del abogado, en mi opinión, claro que debe salvaguardarse cuando está estrictamente relacionado con el derecho de defensa y solamente eso. No obstante, me niego a una defensa a ultranza del secreto sin determinadas precisiones. Y a las precisiones que me refiero es a la existencia de indicios de la participación del abogado en el ilícito penal. Y me da igual que sea un abogado externo, de empresa o de la organización de que se trate. En esos casos el abogado es lisa y llanamente un delincuente y como tal ha de ser tratado, sin que se pueda amparar en el secreto profesional. Un delincuente es simplemente eso, un criminal, sea abogado, virgen o monje de clausura.


           Al finalizar las Jornadas, Victoria Ortega dijo "que los objetivos de las jornadas habían sido tres. El primero, volver a reanudar las relaciones entre compañeros (como si el tema no fuese con ella); el segundo, abordar los temas que más preocupan a los abogados en estos momentos (me imagino que los surgidos de su imaginación no creo que cuenten con ciencia infusa); y el tercero, compartir lo que están haciendo unos colegios y otros (Juan Palomo ¡yo me lo guiso, yo me lo como!)


          Y proclamó que los tres se han cumplido al ciento por ciento. Desde luego, es difícil imaginar mayor descoco, afirmando que problemas enquistados y cronificados en la abogacía desde hace años, los han resuelto en tres días, entre banquete y banquete pagados por el resto, eso resulta ser el colmo de los colmos. Señora Ortega que no somos tontos, las galerías son para tomar el sol, pero no para estas proclamas inaceptables.


         Ha habido dos Congresos de la Abogacía donde si se pudo decir “Somos Abogacía”, el de León que supuso una etapa trascendental en la articulación de la oposición al franquismo y que probablemente fue más significativo que el Contubernio de Munich de 1962. Y el de Palma de Mallorca al que oficialmente asistimos 2.200 abogados y en cuya sesión inaugural presidida por el Ministro de Justicia Enrique Múgica Herzog fue abucheado por muchos de los presentes, para expresarle nuestra inquietud y malestar por el grado de deterioro en que se encontraba la Justicia en España. Esa era la abogacía que fuimos y que Ortega y su antecesor Carlos Carnicer durante años han venido denigrando, separando y silenciando. Por todo ello desde las bases tengo que decir que ya no soportamos estas milongas, aunque la mayoría opte ahora por el silencio y el desdén.

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