11-S

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    Veinte años han pasado de una fecha tristemente imborrable en nuestras mentes. Al igual que millones de personas, recuerdo claramente lo que estaba haciendo el 11 de septiembre de 2001. Me encontraba viendo por televisión en directo a una de las torres gemelas incendiada en varias de sus plantas. De repente, en unas décimas de segundo observo atónito como un avión se estrella en la otra. Luego, el derrumbe, el avión estrellado contra el pentágono, alrededor de 3.000 muertos y la sensación de que empezaba una nueva época. Ese mismo año, el derrocamiento del régimen talibán, y en los siguientes, la triste foto de las Azores, la invasión de Irak, el 11-M y miles de atentados terroristas yihadistas por todo el mundo.


    Desde 1981 hasta 2001, apenas hubo algunos muertos en Europa y unas pocas decenas de miles en el resto del planeta, por culpa del islamismo radical. En estas dos décadas, los cerca de 700 muertos en el viejo continente, no llegan ni al 0,15% del alrededor de medio millón de asesinados en todo el mundo, por este tipo de fundamentalistas. Irak y Afganistán, han sido países líderes en mortandad por este terrorismo fanático, a pesar del importante despliegue militar internacional, que allí buscaba reforzar su seguridad, y trataba de reducir la extensión de esta barbarie al resto de naciones.  Ahora, los talibanes han vuelto a tomar el control de los casi 40 millones de afganos, con la consecuente restricción de los derechos y libertades conseguidos en Afganistán desde el 2001. Es muy probable que en esta nación se reduzcan esos atentados y que aumenten en otras partes del mundo.


    EE.UU, China, Rusia, Unión Europea y resto de potencias mundiales, deben buscar con astucia, la manera de conseguir que el nuevo régimen talibán sea mucho más moderado y flexible que el existente hasta poco después del 11-S. No voy a entrar en la discusión de si la retirada total de tropas internacionales y la forma en que se hizo, fue o no acertada. Sí, voy a dar las gracias a todos los militares, policías y civiles que con su gran sacrificio personal e incluso jugándose allí sus propias vidas, han contribuido a un mejor desarrollo humano de millones de personas. A los líderes políticos de los países más influyentes del mundo, sólo les pido que al menos, alcancen la tercera parte del compromiso demostrado por los que se han tenido que ir apresuradamente del territorio afgano antes del 31 de agosto. 

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