Lámparas, vasos o vajilla de cristales turquesa, azul, verde o rojo, son algunas de las piezas artísticas de las que ninguna será igual a la anterior. Con prodigiosa habilidad y destreza, los maestros vidrieros desempeñan un trabajo que se encuentra en peligro de desaparición. Su declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial de España y su candidatura a Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO buscan la preservación de este arte que tiene en Mallorca una de sus fábricas referencia: la Fábrica Gordiola, formando parte de cultura y tradición más arraigada en los hogares de Mallorca, traducido en diferentes piezas, bien sea una cristalería, apliques, candelabros, hermosas bandejas o cualquier otra pieza que, sin duda, protagoniza el espacio de la casa en el que se encuentre. Se trata, además, de un arte que ha conquistado a los más afamados artistas y diseñadores del panorama internacional.
Se remonta a 1719 cuando los valores de esta tradición artística multisecular llegaron a la familia Gordiola cuando, procedente de la Corona de Aragón, se instala en Mallorca un joven vidriero y este solicita al Ayuntamiento de Palma hacer un horno de vidrio, siete generaciones después esta familia de artesanos y maestros vidrieros continúan defendiendo el acervo histórico-artístico en sus hornos que son de visita obligada para aquellos que llegan a la isla y quieran llevarse un recuerdo de este arte de soplar vidrio.
Con influencia de Murano, donde se formó el primer maestro Gordiola, la técnica de esta saga mantiene hoy en día rasgos italianos que se pueden distinguir en las piezas de bisutería. Con su taller-tienda en el municipio de Algaida y su tienda en Palma, son muchos los visitantes que no dejan la isla sin antes conocer las obras de arte que ahí se encuentran.
Jarra Archiduque, Horno Gordiola @SerraEstudio
Para crear estas obras de arte únicas en vidrio, el maestro comienza el proceso de soplado introduciendo la canya, un tubo hueco de hierro, en el horno que contiene la pasta vítrea a una temperatura mínima de 1.600ºC. Teñida o no en distintos colores, una vez extraída se sopla por el extremo opuesto hasta hinchar el vidrio como si de un globo se tratase. Así, los maestros vidrieros empiezan a trabajar en esta masa viscosa mediante giros y balanceos para darle la forma deseada con la ayuda de la tallant, la tijera con la que se corta el material sobrante. Tras conseguir la pieza deseada, los artesanos la introducen en el horno de enfriamiento para evitar que el vidrio se fisure al ir perdiendo la temperatura. Una asombrosa técnica artesanal que deja patente la impecable habilidad de los maestros vidrieros y que se transmite de generación en generación desde el tercer cuarto del siglo I.
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