De las medallas y otras cuestiones

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Sobrado 189X 200

      En las siguientes líneas me limito expresar una opinión personal relativa al tema de las medallas que últimamente viene siendo objeto de un cierto debate y como resulta al uso, encontrados y en confrontación.


    Debemos partir necesariamente de la adecuada distinción conceptual previa. Para ello conviene efectuar la distinción entre: cumplimiento del deber y prestar servicios distinguidos en un campo específico a la sociedad o al país.


     Quien cumple con su deber no se puede considerar que hace algo extraordinario, en consecuencia, solamente cabe reconocer los servicios prestados. Quien cumple con su deber lo único que hace es respetar su obligación, pero nada más. El dilema surge cuando cumplir el deber se considera algo excepcional. En consecuencia, por esa razón parece que aparece la justificación para que sea premiado, cuando ello no es así. Solamente quien hace algo más que cumplir con su deber y se esfuerza por encima del trabajo, es quien debe ser premiado.

Esa medalla solamente viene a servir para autocomplacencia de los políticos y para intentar que nos creamos que ellos, los políticos, lo hicieron muy bien.

     Por lo dicho, con todo el cariño para las medallistas, pienso que administrar la primera vacuna del Covid, no es ningún mérito, ni honra. Es simplemente fruto del azar al confeccionar los turnos de trabajo, salvo que se hubiese elegido voluntariamente. Tampoco creo que añada algo valorable como notable recorrer quilómetros para la administración de la vacuna. Esa es una parte del trabajo que se realiza con adecuados medios de transporte y por lo tanto también pienso que nada incrementa sobre el mero cumplimiento de la obligación. En consecuencia, opino que esa medalla solamente viene a servir para autocomplacencia de los políticos y para intentar que nos creamos que ellos, los políticos, lo hicieron muy bien.


      Hablando de enfermeras, el mérito lo veo en quienes sufrieron turnos agotadores en hospitales. Del mismo modo en aquellas profesionales que soportaron los EPIS durante períodos de tres horas, sin poder refrescarse, ni ir al lavabo. También lo veo en quienes corrieron el riesgo de contagio o llegaron incluso a contagiarse, como consecuencia de que no se les suministró por las autoridades sanitarias adecuado y suficiente material de protección. Igualmente hay algo distinguido en quienes doblaron turnos o renunciaron a días libres para cubrir las bajas. E incluso lo observo en las que cubrieron a quienes fueron a vacunar, con renuncias a días de descanso y doblando turnos.


       Por todo ello, creo firmemente que el cumplimiento de la obligación no es merecedor de premio ni de medalla. Quienes sí son merecedores de premio, en forma de medalla o de cualquier otra forma, son aquellos que traspasan el cumplimiento del deber y hacen algo extraordinario.


        Y digo todo esto porque nos están acostumbrando a dar significados multívocos a los conceptos, en este caso, equiparando cumplimiento del deber con conducta extraordinaria, lo que lleva a estas consecuencias que creo que son indebidas. Por eso digo con Manquiña, quien a su vez traía causa en Ortega y Gasset, “el concepto es el concepto”.

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