​Bellos entornos de la Montaña leonesa

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     La montaña leonesa especialmente la regada por los ríos Porma y Curueño es un enclave marcado por la atrayente naturaleza y las viejas cumbres que rodean ese amplio anfiteatro entre dos comarcas hermanas donde el idilio acuático de los mencionados cauces conforman vida y remanso de paz.


      Desde Puebla de Lillo, pueblo montañés de hidalguía y sapiencia en el Parque Regional de los Picos de Europa y próximo a las alturas de los puertos San Isidro y Tarna, el paisaje define con suma precisión el significado de estos contornos leoneses. A pocos kilómetros de Puebla surge ante nuestros ojos el pantano del Porma, unas aguas tranquilas y domadas que anuncian regadío y agua benéfica con diferentes pueblos anegados como el pintoresco Vegamián entre otros. El embalse hasta la villa de Boñar completa un panorama visual de belleza natural y atrayente con las cordilleras kársticas aguardando el tesoro hídrico a sus pies. Estos lugares son idóneos para el paseo tranquilo y el senderismo animado con una vegetación poderosa y una fauna dominante. Muy cerca de Boñar, en Valdehuesa, un interesante museo de la fauna regional, nacional e internacional es obligada una visita. En sus alrededores varios restaurantes ofrecen lo mejor de la culinaria local donde no faltan las truchas y las carnes de la zona entre otras ambrosías de la rica cocina de estos valles. Tras la presa del Porma, el río adquiere un aspecto acuático llamativo y es adecuado para los deportes de agua con paraguas y balsas para el desarrollo lúdico. 


Embalse del Porma, Carlos Cuesta

Embalse del Porma, Carlos Cuesta


En Boñar, localidad de veraneo muy asturiano el ambiente cotidiano en tiempo de canícula está cargado de animación y amistad. Bares, cafeterías y notable comercio empujan al público ocioso forastero y a los parroquianos a una integración de afecto y simpatía entre parrafadas en las terrazas y exquisitas mollejas con salsa leonesa y embutidos de prestigio. El Porma a su paso por estos lares es un río de verdad con la fuerza hídrica de las montañas de su nacencia en el Puerto de las Señales.


 

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Boñar, Pico Cueto


Dejando la margen derecha del cauce fluvial la carretera conduce a La Vecilla y a todo el valle del Curueño con las históricas encartaciones y esos montes de veterana geografía e historias de calzadas romanas y vida rural. Por estos pagos del Curueño la vecindad indígena alterna con devoción y estilo con los veraneantes de siempre, asturianos, los más, castellanos, vascos y madrileños. Y en este pueblo feliz de labrantío y artesanos de anzuelos de pesca con las mejores plumas de los gallos de aquí, unicos y bien armados morfológicamente. 


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Curueño, Paisaje


La Vecilla sigue viviendo con sosiego y tranquilidad un verano más. Su río emblemático responde con su tránsito liviano en pozas y baños familiares junto al anchuroso espacio de la Era. 


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La Vecilla, León (foto Carlos Cuesta)


Lo mismo ocurre en el pueblo vecino de Valdepiélago con nuevas dotaciones ribereñas y un Curueño límpido y agradecido a su paso por este lugar de viejas tahonas y el deporte local de la lucha leonesa. En el Zaguán de Colín un alto en el camino para saborear los productos de estos intrépidos espacios. La sopa de trucha, las ensaladas tradicionales y el morcillo guisado, entre variadas suculencias convencen al respetable que tras un recorrido natural por estos vericuetos de hoces y caminos reposa su cuerpo y espíritu en esta domus tabernae. 


Río Curueño, Valdepiélago, Carlos VCuesta

Río Curueño, Valdepiélago


En Montuerto y en Nocedo el río sigue su caminar imposible y entre el Camping, la playa fluvial y casa Avelino, cocina de tradición, el visitante accidental disfruta de una naturaleza pródiga y una hospitalidad que es toda una referencia de un turismo sencillo y adaptable a todos. Al fondo de las hoces entre cataratas, veredas y viejos caseríos, Valdelugueros y el puerto de Vegarada, límite con Asturias y excelente hontanar donde el Curueño se vuelve río y marca decisoria de unos parajes de ensueño y vitalidad. Y es que el Porma y el Curueño son todo un reflejo de lo que representa un panorama espectacular y una forma de sentir el diario sentir de la vida. Un martelo o enamoramiento acuático y sensorial que señala identidad y acción. Y los Veranos de la Vecilla vuelven de nuevo, tras la maléfica pandemia, a revivir y ofertar ánimo y sentimiento.


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Carlos Cuesta: texto y fotos

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