Y ahora... ¿Quien paga la fiesta?

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    Mas de una vez en mi aldea he escuchado eso de "tales tierras tales nabos, padres puercos hijos marranos", disculpen el comienzo de este artículo, e incluso si se ven reflejados en el, pero el momento es muy delicado para el país por culpa directa de muchos irresponsables (acción), y por otros muchos los padres consentidores por omisión.

Hay que recriminar a estos jóvenes y a sus familias, su insolidaridad para con el resto de la sociedad, es indecente en momentos tan delicados de Coronavirus 

     Sería un buen momento para recuperar el debate, de si la Sanidad Pública (o sea todos. incluidos los que han cumplido estrictamente las normas) tiene que correr con los gastos de tantos desaprensivos, participantes de botellones y concentraciones de descerebrados de todas edades, que no solo los jóvenes tienen la culpa, pues son el fruto de una Sociedad consentidora e indolente, incapaz de afrontar los problemas que estos plantean, con la responsabilidad que requiere ser padres o tutores.


   ¿Que es eso de que el botellón no hay quien lo pare? ¿Como estando prohibido, Comunidades y Municipios, siguen consintiendo sus celebraciones? ¿Pero que broma compartida es esta? ¿Como se puede repetir una y otra vez en los mismos sitios y no actúe el peso de la ley contra los participantes o sus progenitores? Llama la atención este grado de insolidaridad con el grave momento sanitario que atravesamos. Las miradas se fijan en los jóvenes, su desdén, sus padres, hasta recalar en la educación. A ver, el botellón es como es España, la que hemos hecho, y de ahí ha surgido esta tendencia social que no se reconoce, no basta con "dar recomendaciones" con el Covid, circulando y multiplicándose los casos es obvio que la medicina no es pedir a los jóvenes que actuen con más cabeza, si no exigirles, a ellos o a sus padres o tutores responsabilidades, fundamentalmente pecuniarias.


Durante el invierno, la imagen del botellón se repite cada fin de semana, y en verano la cita pasa también a días laborales, porque los estudiantes están ya de vacaciones, Son sus enemigos la hostelería, en la que no se dejan un euro, ya que el botellón se inicia con la compra en los supermercados del avituallamiento que demandan los jóvenes para sus multitudinarias quedadas. La chavalería, ociosa pulula por las ciudades, bolsas en mano que guardan las bebidas, hasta llegar al punto de encuentro. Es otra foto fija en las urbes, con vecinos que protestan, basuras extras que se acumulan, policías locales que expiden sanciones que pagarán posteriormente los progenitores, mientras instituciones como delegaciones del gobierno o ayuntamientos no dejan de recibir quejas que quedan archivadas, lo cual hace que se sientan impunes. 


En tiempos del Covid, los botellones cobran mucho más protagonismo, ya que estas concentraciones juveniles, más los viajes estudiantiles, han disparado la propagación de contagios, poniendo nuevamente en peligro la economía hostelera, al turismo, incluidos desplazamientos vacacionales entre regiones. Así, inesperadamente, ha regresado el fantasma del cierre de municipios, bares, restaurantes y ocio nocturno, y el fuego cruzado de culpas es intenso. Unos miran solo a los chavales; otros a los padres consentidores; todos a las autoridades, por no ejercer sus competencias, y también sale al ruedo la educación, tildada de calamitosa en este sentido. Tampoco se libran quienes venden los licores, acusados de ir solo al negocio. 


España ha sido siempre excesiva en todo, y de ahí el número millonario de turistas que acuden a nuestro país, y de igual manera los jóvenes extranjeros que vienen aquí a beber en la calle, en tantos lugares de la geografía nacional, que no es que hayan hecho en el tiempo demasiados ascos para hacer Caja, en el comercio de la ciudad

Somos corresponsables de la sociedad que integramos

Una cosa sí hay que recriminar a estos jóvenes y a sus familias, su insolidaridad para con el resto de la sociedad es indecente en momentos tan delicados de Coronavirus. No hemos sabido meterles en eso que llevan encima de los hombros (tampoco ellos han puesto mucho de su parte) que la pandemia es cosa de todos, y que su mal comportamiento es pernicioso para el conjunto de los ciudadanos, como está ocurriendo ahora con unas cifras de contagio disparadas en todos los lugares. Desde el principio de la crisis sanitaria se han creído inmunes, hasta llegar a actuar como tal, pero va a ser que no es así. Incluso cuando la han hecho gorda, como unos viajes de estudios que no tenían que haberse dado, ponen junto a sus padres el grito en el cielo por ser sometidos a una cuarentena que no quieren hacer. No hay palabras hacia tan intolerable actitud, así como el excesivo tiempo que les han dedicado las televisiones, y que han utilizado como su minuto de oro para trasladar que pueden hacer lo que quieran, cuando les venga en gana.


Muchos de estos jóvenes, padres y abuelos, salían a aplaudir a nuestros sanitarios, y su labor heroica por salvar a un país de la tragedia que se cernía. Parece que no lo sentían tanto, o se aburrían. ¡Han olvidado muy rápido!


España se está enfrentado a la quinta ola del coronavirus, por pura irresponsabilidad de muchos e indolencia de otros más, de ahí una nueva etapa marcada por el ascenso de casos en un momento delicado para el país, debido a la temporada estival en la que nos encontramos y que es tan importante desde el punto de vista económico y social para diversos puntos de nuestros país con una alta dependencia del sector turístico, que por cierto no se ha modificado el modelo ni con la pandemia.


Es importante señalar que, somos corresponsables de la sociedad que integramos, ya que en los diversos roles que desempeñamos podemos desplegar esfuerzos a través de la utilización de herramientas que permitan contribuir a la construcción de una sociedad que sea reconocida por su correcto actuar; cuyos principios y valores sean la ética y la responsabilidad social y aquí hemos fallado como sociedad por años de dejación continuada.


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