El Prado montevideano, es un barrio que nació y creció entre los verdes de una flora, que desde muchos rincones del mundo llegaron, para ser cultivados en las casas de descanso de familias vinculadas a la ganadería uruguaya del pasado.
Desde lejanas geografías fueron emergiendo en esa competencia de hojas aromas texturas y flores que daban identidad a cada jardín, francés o inglés, según el gusto de sus propietarios.
Cada uno fue creando el paisaje compartido, que sigue en los alrededores del arroyo Miguelete, convocando al disfrute de los sentidos desde 1850 y donde entre otras obras arquitectónicas sobresalientes se encuentra también la Residencia Presidencial.
Arroyo Miguelete, Montevideo
Cerquita de ella, a unos pasos del puente de la avenida Millán sobre el Miguelete, está la bella casona que hoy acoge al Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes, que exhibe en forma permanente los lienzos de los maestros uruguayos Juan Manuel Blanes y Pedro Figari, entre muestras que van periódicamente exponiéndose.
Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes, Montevideo
Aquí mismo, detrás del Blanes, si bordeamos el edificio entre sus añosos árboles emerge sorprendente el JARDÍN HEISEI, con una superficie de 3.000 metros cuadrados y se concibió en el típico estilo San-Sui (montaña y agua),
inaugurado el 24 de setiembre (inicio de primavera) de 2001, siendo un regalo del estado y pueblo nipón a Uruguay conmemorando 80 años de relaciones diplomáticas. Ese día fue visitado por la alteza imperial japonesa, la princesa Sayako - Norinomiya.
Diseñado por el paisajista japonés Haruho Leda, allí impera el sonido del agua en armoniosa conjunción de caminos de piedra, la cascada, el laguito con su puente desde el que se ven los peces Koi, la casa de té entre cerezos, bambú, azaleas, el lirio sagrado japonés “rohdea”, orquídeas, rhododendron, lapachillos, lirios amarillos, membrillos de jardín, y los más conocidos: jazmín de Paraguay y el ceibo, cuya corola es la flor nacional del Uruguay
Casa de Té, Jardin Japonés, Uruguay
Cada espacio se halla diferenciado del exterior por plantas de bambú y cercos vegetales que parecen serenar y calmar…
Como todos los jardines japoneses, alguno de los cuales fue creado hace bastante más de un milenio, se puede considerar una obra de arte que aúna belleza y espiritualidad.
El primero habría sido el “Jardín Paraíso”; el Budismo Zen habría traído el “Jardín Zen”, un espacio para meditar, y finalmente el “Jardín de Paseo”, donde los escenarios van cambiando mientras los recorremos y quizá podamos ir entendiendo los mensajes del universo…
- Los Recintos y la Entrada.
Las entradas al recinto pueden ser puentes que conectan dos mundos distintos, el espiritual y el cotidiano.
- El Camino.
Es la guía del jardín, controla la cadencia del movimiento en el jardín y también lo que podemos ver mientras caminamos.
- Las Rocas.
Se pueden percibir de cuatro formas: como objetos animistas pues podrían contener el espíritu de los dioses, como imágenes religiosas, como lugar de manifestación pictórica y como elemento escultural.
- Isla y Montaña.
Allí, se dice viven los Inmortales y son los símbolos más comunes de felicidad.
- Arena Blanca.
Usada para generar los espacios sagrados. como símbolo de purificación,
- Agua.
El agua es un elemento edificante. El Budismo muestra que en su proceso, acumula energía, supera adversidades.
- Plantas.
Nos dan lecciones de vida. La eternidad alterna con el instante, el pino con el cerezo . El pino representa la estabilidad y la perseverancia, las flores del cerezo representan el aspecto efímero de la vida, el bambú y el césped representan el poder de la elasticidad.
- Esculturas.
"Shishi Odoshi"(Sorprende Leones), el sonido que produce cuando lo mueve el agua, valoriza la calma que impera en el jardín.
- Puentes.
Unen este mundo con el cielo, refiriéndose a la posibilidad de renacer.
Una visita que da paz en este torbellino de incertidumbre.
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