Otra Olla y otros platos en los tiempos del coronavirus

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La mesa entre otras cosas sirve para reunir a quienes comparten una comida. Nos servimos de ella o nos ubicamos a su alrededor para beber y comer, en tiempos de festejo o en la vida cotidiana, en casa o en el restaurante, la fonda o el bar. 

Aquí y allá un sencillo pan, un vino, o un bocado de caviar, un champagne. Para recibir, para despedir, para encontrarse.


Las ollas y otros recipientes en la cocina auguran un momento de placer para quien prepara y para quien saborea. Los platos esperan junto a los cubiertos, quizá no tan ansiosos como los comensales.


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>>> La Olla Popular


En Uruguay hay una costumbre que atraviesa a la sociedad en el campo y en las ciudades, y que tiene en su base un profundo gesto de cercanía y acogida. Es la costumbre de juntar ingredientes entre los que pueden adquirirlos y llevarlos donde otros pueden reunirse para preparar en grandes ollas una comida  o “una  leche con algo sólido” que se repartirá entre los que acerquen su plato vacío, el que no pudieron servir en su casa.


Esas ollas hierven sobre fogones improvisados en terrenos baldíos, clubes deportivos y a veces en fondos de casas particulares, cuando la carencia se manifiesta en los hogares mas vulnerables, en especial donde hay niños, ancianos y mujeres a cargo.


No es ajeno a ninguna sociedad y a ninguna cultura, la falta de alimentos. Y no es motivo de esta lectura otro, sino compartir un gesto cultural en torno a la comida.


Lo que queremos contar es una realidad, que muestra el triunfo sobre la Pandemia, una acción solidaria que brinda una caricia a quien recibe y a quien da.


Les compartimos lo que arrojó un estudio que realizó la Universidad de la República Oriental del Uruguay (UdelaR) junto al sindicato bancario AEBU, y que  muestra además de cifras, creemos, el poder humano de cuidar de otros y cuidarse. 


“En Uruguay desde que empezó la Pandemia,  entre Marzo y Julio las “ollas” y “merenderos populares” brindaron 7,9 millones de platos y un aporte equivalente a US$ 11,6 millones” (la población de Uruguay según el último Censo es 3.449.299 personas)


Según el estudio citado, realizado por docentes de la Universidad de la República, estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales y técnicos AEBU, el “costo económico del trabajo no remunerado destinado a sostener estas iniciativas fue  aproximadamente  de 4.2 millones de dólares”. 


Fueron  “700 experiencias, de las que 40% pertenece a Montevideo, y que 6.100 personas han estado sosteniendo semanalmente (57%  mujeres, 42% varones y 1% otras identidades/sexualidades) . Resalta el perfil mayoritario de jóvenes entre los organizadores” y los tres grupos de donantes más mencionados son “vínculos cercanos, directos y territoriales que componen el entramado cotidiano de las ollas: vecinos (80%), comercios locales (54%) y donantes particulares (47%)”


 “Cada porción en una “olla” . tenía un costo de 1 dólar y  en un “merendero” de 50 centavos de dólar.

Cada jornada equivale al esfuerzo de 800 trabajadores haciendo 40 horas semanales durante un año.

Entre el costo de los platos y el de las horas trabajadas el monto alcanza a unos US$ 11,6 millones y a un 0,1% del PBI generado en el período de tiempo estudiado.

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El Coronavirus hizo que se volviera a estas expresiones de apoyo comunitario al que también se unieron estudiantes y docentes de la Facultad de Ingeniería para ayudar a coordinar y fortalecer el trabajo de las ollas populares.


Comida compartida en un abrazo que atraviesa el dolor para alimentar la esperanza y vale más de lo que cuesta.


Entre las reflexiones finales del estudio, se señala: “Uruguay viene de una década y media de crecimiento económico inédito (producción de riqueza). Pese a ello, en apenas unas semanas de inactividad miles de personas no tuvieron para comer. Muy poca de esa riqueza acumulada estuvo disponible para cuando se la necesitaba, y frente a ello, un esfuerzo colectivo, masivo y potente da respuesta”


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