Saltar las hogueras de San Juan para pedir un deseo

Ir a ver bailar el sol en San Juan, en la "noche Meiga"

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Saltar en las hogueras de San Juan para pedir un deseo


La noche Meiga. “En San Xoan, as meigas fuxirán” más allá de la playa de orzán en A Coruña. Mezcla de sombras y fuego en cada plazuela, calles y plazas cargadas de un místico significado. Una combinación que se torna en perfecta cuando las placidas aguas del mar se funden con ellas en el foco principal. 


Ya lo dice el refrán: «No día de San Xoán, baila o sol pola mañán». Es creencia muy antigua; posiblemente se remota a la prehistoria y a las celebraciones relacionadas con el solsticio de verano. Sobrevivió a la cristianización y, junto con otros rituales de procedencia diversa, se integró en la festividad puesta bajo la advocación de San Juan Bautista, el precursor que purifica el alma y el cuerpo con el agua del bautismo.


La convicción de que el sol bailaba en la amanecida de San Juan estuvo muy arraigada y extendida por diversos lugares de Europa, llegando hasta épocas recientes. Su persistencia en Galicia fue objeto de comentario y crítica por un gran número de ilustrados y eruditos.


Ya en 1740, fray Benito Jerónimo Feijoo la condenó como ridícula y falsa diciendo que: «Lo que baila el sol esos días, es lo que baila todos los demás del año en las mañanas claras y serenas; y es que al salir se representan sus rayos como en movimiento, o como jugando unos con otros, y esto quiso el vulgo que fuese bailar el sol».

Una tradición en alza


Sus advertencias no debieron ser muy atendidas pues en 1885 el historiador santiagués Bernardo Barreiro escribió que la costumbre seguía en vigor y en aumento, madrugando las gentes para cumplir el deseo expresado por el mismo santo en la copla popular: «San Xoán pideulle a Cristo / que non no adormentase / para ver beilar o sol / o día d’a súa romaxe».


Una década más tarde, en 1895, el médico lucense Jesús Rodríguez López precisó que en «la mañana de San Juan todos los niños tratan de madrugar para ver bailar el sol» y que «a simple vista primero, a través del pañuelo después o por cristales ahumados más tarde» contemplaban los colores cambiantes del sol «a la par que se ensancha y que se acorta, que sube y que baja como si efectivamente se moviese al compás de una música que no llega a nosotros». La causa, según él, estaba en el húmedo rocío que alteraba la refracción de la luz.


También sabemos que los coruñeses mantenían la costumbre a comienzos del siglo XX. El gran periodista Alfredo Tella, en su croniquilla del 24 de junio de 1905 en El Noroeste, tras ensalzar las murgas y hogueras de ese año, comentó con socarronería los demás ritos del sanxoán coruñés de su época: «Bailar en la verbena, decir cosas a las chicas, ir a la capilla de San Roque para ver la cabeza del Bautista puesta en un plato, todo eso está muy bien, pero lo coruñés y clásico es esperar el día, y en cuanto palidecen las estrellas tomar la carretera del Lazareto [hoy hospital de Oza] para comer las fresas y ver la salida del sol, cosas que pueden hacerse simultáneamente y que son de una gran amenidad. Las fresas saben en la mañana de San Juan lo mismo que las otras mañanas, pero el sol en cambio, aunque sale por Levante, lo hace con particularidades extraordinarias; porque en el momento mismo de la salida baila y se agita de manera clara y perceptible. Yo no puedo asegurarlo por cuenta propia, pero todo el mundo lo dice».


Habrá que renovar la tradición e ir a comprobarlo. Con fresas y en la Torre de Hércules, e A Coruña, parece un buen plan. Meigas fóra.



(Fuentes: Ayuntamiento de A Corulña y La Voz de Galicia)


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