Impuesto del vino

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Andan por ahí unos expertos hablando de que se debería introducir un impuesto sobre el vino, pues que consulten a sus colegas alemanes que ya en el 2002 soltaron el globo sonda para ver como reaccionaba la peña. Casi hay un asalto de la Puerta de Brandenburgo de todos los viticultores teutones, que no se cortan un pelo tal como lo demuestra la historia vitivinícola de su país. 


En el siglo XV, la población de ciertas zonas del norte de Alemania se sublevó por la intención de introducir una tasa sobre el consumo del vino. Consecuencia: saqueo de las propiedades aristocráticas y algunos de sus dueños son ahorcados en la plaza mayor de la urbe por las masas. 



Otro caso surgió en año 1926 en la zona del Mosela: los viticultores asaltan la delegación de Hacienda de su región que había anunciado la creación de un impuesto sobre el vino. Los exaltados apalean a todo personal laboral y funcionarial que se le cruza por el camino y dejan el edificio en cenizas. En la actualidad desde el año 1961 el sector del vino solo paga una tasa al fondo del Instituto del Vino de Alemania para la promoción del producto y la supervisión de la calidad.


Curiosamente en Alemania se mantiene desde el año 1939 un impuesto sobre vinos espumosos que fue introducido por la Marina de Guerra de Hitler para financiar la construcción de los submarinos. Originariamente fue aplicado por primera vez en el año 1902 por el Kaiser para potenciar la marina de guerra. Obviamente era un impuesto sobre el lujo que se aplicaba a los consumidores de clase alta. En el año 1933 se eliminó a causa de la crisis económica en el Reich de Adolfo Hitler. Viendo su recorrido por la historia está claro que no ha cumplido su fin: las flotas del Kaiser y las de Hitler fueron hundidas en los fondos oceánicos sin piedad


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